El jueves 10 de julio la Procuraduría General de Justicia (PGJ), por medio de su departamento de prensa, dio a conocer el cateo que realizó la Unidad de Seguimiento del Delito de Trata de Personas en la casa ubicada en la 32 Poniente 2704 de la colonia Nueva Aurora, que funcionaba como una aparente “casa de citas”, donde fue detenido Miguel Pérez Honorato, de 32 años de edad, quien presuntamente era el encargado, además de que fueron presentadas 13 mujeres que ejercían la prostitución, mismas que fueron interrogadas para que confesaran que parte de sus ganancias en cada “sexo servicio” le eran entregadas a los dueños de la casa para respaldar el delito de trata de personas y así acrecentar el listado de “mujeres rescatadas”.
Tras esta detención, que fue informada en su momento por la mayoría de los medios de comunicación, no faltó quien identificara la casa de marras y enviara una carta a esta columna para poner en antecedentes de quién podría ser el propietario y cuál podría ser realmente el giro de este negocio, hechos que en su momento deberá investigar la PGJ porque se trata de una denuncia anónima, de las que las autoridades federales, estatales y municipales necesitan para combatir delitos federales como el “narcomenudeo”.
Resulta que esta casa podría pertenecer a Leticia Ramos Amaro, quien forma parte de un grupo criminal dedicado al “narcomenudeo”, donde se encuentran adheridos personajes como una mujer apodada “La Eva” y otros “bichos” más, que algún tiempo trabajaron en la Procuraduría General de Justicia como infiltrados para poder conocer si había investigaciones u operativos en su contra.
Esta pequeña “célula” del crimen que venía operando mucho antes de que se destaparan los carteles más peligrosos y conocidos, se ha mantenido con una especie de “perfil bajo” para no ser detectados por corporaciones policíacas, además de que mantiene una nómina donde se ubican policías de todos los niveles, incluso funcionarios.
Esta red de “malandros” pudo haber estado operando en esta casa y en muchas otras propiedades, incluso habrían infiltrado algún partido político para “operar” con mayor soltura.
Lejos de pensar que las mujeres “rescatadas” pudieran haber participado en el “narcomenudeo” se debería de investigar cómo operaba el negocio y si están involucrados quienes participaron en el “cateo”, porque se dice que esta casa ha funcionado muchas veces como “narcotienda”.
El nombre de la propietaria o el propietario del inmueble va a despertar muchas incógnitas.
 
El Zarco, las drogas desde San Andrés Cholula
Mientras que tanto la Procuraduría General de Justicia como la Secretaria de Seguridad Pública (SSP) permiten el incremento de negocios de venta de drogas, sobre todo de los grupos delictivos que provienen de otros estados, en Puebla, en este caso particular en San Andrés Cholula, los grupos que venden droga van en aumento y los existentes se fortalecen.
Una carta llegada a esta columna, cuyo remitente exige el beneficio del anonimato, describe a uno de los vendedores más populares y con demasiado poder en la zona de San Andrés Cholula.
Se trata de Iván Vázquez Zarco, “El Zarco”, con antecedentes penales por delitos contra la salud, quien tendría una red local de “narcomenudeo” que opera en la 14 Oriente de San Andrés y donde incluso sería el propietario de un laboratorio donde se procesan drogas como la cocaína y la heroína, y quien tiene bajo su mando a exconvictos del penal de San Miguel, quienes —como él mismo— fueron procesados por delitos contra la salud.
La carta dice que “El Zarco” estaría siendo protegido por un alto funcionario del COE de la Federación, quien aparentemente lo utiliza como “soplón” para que delate a otros grupos criminales y a cambio le da la “inmunidad” para seguir distribuyendo drogas no solamente en San Andrés Cholula, sino en diversos puntos de la ciudad de Puebla.
“El Zarco” podría incluso ser el responsable de la desaparición y homicidio de otros mandos del “narcomenudeo”, de las “ejecuciones” que se han registrado, por lo menos de dos años a la fecha.
Esta organización podría incluso tener una fuerte presencia en el Cereso de San Miguel.
 Nos vemos cuando nos veamos.