Una extraña maldición cayó sobre el castillo presidencial que Rafael Moreno Valle construyó desde el 2010.
Primero los poblanos y posteriormente el resto de los mexicanos vimos con asombro cómo el Señor de los Cerros fue edificando su gran obra, la cual tenía como fecha culmen el primero de diciembre de 2018, con la ceremonia de coronación de su gran reino.
Todo era como un cuento de hadas, en donde cada sueño tomaba forma, saliéndole todo a la perfección.
Como por hechizo, los súbditos parecían encantados, sin poder resistirse a los poderes del gran señor, quien por momentos hacía pensar que tenía un pacto macabro con el mismísimo demonio.
En sólo tres años construyó un proyecto político similar al de otros personajes de prosapia política, sólo que estos se tardaron décadas.
De ser un noble priista y ahijado de la maléfica Elba Esther, pasó a ser el mesías del PAN nacional, al grado de convencer hasta a la cerrada ultraderecha de que era el hombre que le devolvería las llaves del palacio presidencial.
Sin duda, la meteórica y camaleónica carrera del Señor de los Cerros debe ser analizada con detenimiento por los politólogos, para medir cómo se potencializan las capacidades de estos personajes, con tal de alcanzar el poder.
Así las cosas, la construcción del majestuoso y próspero Castillo seguía, hasta que un día el encanto se rompió.
La “noche triste” del morenovallismo llegó con la tragedia de Chalchihuapan.
No podía ser de otra manera.
Los excesos del Señor de los Cerros tendrían tarde o temprano consecuencias, y éstas llegaron cuando la represión cobró la vida de un niño.
Y la maldición cayó sobre el castillo en ciernes, viniéndosele encima desgracias como en tormenta.
Tras la muerte del niño, apareció la soberbia y con ella todas las otras desgracias.
Las mentiras descubiertas, el costo de la necedad, también el de la negación, lo dominó el miedo, le llegó la desolación y sus aliados lo dejaron en el desamparo.
Y al romperse el encanto los súbditos despertaron y abrieron los ojos.
El miedo de estos se esfumó y hoy quieren la cabeza del impostor que se hizo pasar por el mesías.
Aquel castillo presidencial se derrumbó ante la mirada desesperada y atónita de su creador y constructor, el Señor de las Balas.
 
El grupo Madero, en desgracia
Dentro de las alianzas que hasta hace poco más de un mes fortalecían el proyecto presidencial morenovallista, la principal era con el grupo de Gustavo Madero, quien tenía en el gobernador poblano a su mejor opción para el 2018.
En ese grupo, el dipu-table Luis Alberto Villarreal era considerado como una pieza clave para operar el proyecto político de Rafael Moreno Valle.
El problema va mucho más allá de la renuncia de Villarreal a la coordinación de la bancada panista en San Lázaro. 
La crisis real es que el grupo compacto de Gustavo Madero cayó en desgracia y eso puede costarles el control del partido en el 2015, cuando se elija al nuevo presidente nacional del PAN.
La debacle del grupo maderista le reabre las puertas a Cordero y compañía, que ya se frotan las manos para recuperar el poder del PAN.
Bien dicen que las desgracias nunca vienen solas y, en este caso, a Madero le llueve sobre mojado.
Hace un mes una bala mató a su delfín presidencial y ahora Montana le mató al que pintaba para ser su sucesor en el PAN.
Bien dicen que a la perra más flaca se le cargan las pulgas.