Yo creo que estamos cosechando lo que sembramos. La verdad es que somos un país inmaduro y queremos tener los derechos de un país con madurez y conciencia cívica que no sabemos manejar aún. Tengo la sensación de que fuésemos unos desmadrosos quinceañeros a los que nos dieron un Ferrari, una pistola 45 y cien mil pesos para ir al antro. La bronca está en que no sabemos manejar, las únicas pistolas con las que hemos jugado son con las de los juegos de guerritas de la compu. En pocas palabras nos han regalado todo sin que tengamos que esforzarnos por obtener nada…
Mis padres me han enseñado a exigir derechos pero jamás me han insinuado que los derechos se los gana uno, no son gratis ni vienen pegados a nuestra acta de nacimiento.
Yo sólo se que si hago berrinche y tiro las cosas, las rayo o las quemo me dan lo que quiero, porque además no saben cómo manejar este tipo de situaciones, seguramente porque a mis papás les importó un camote lo que hacía porque estaban muy ocupados en poder sobrevivir en esta y en las anteriores economías.
Es terrible, pero ignoramos que los chavos no tienen un cerebro maduro hasta los 20 años o más. Si a esta situación le agregamos que nadie los pela en su familia, ni los escucha, ni les dan tiempo o el tiempo que les ofrecen no tiene calidad… es lógico que se comporten así.
Si los padres (en este caso, la autoridad) son los primeros en caer en actos de corrupción y en solapar la impunidad, ¿qué esperamos? ¿Unos jóvenes honestos y con una conciencia cívica madura? No marchen, por eso estamos así de jodidos.
Mientras no agarremos el toro por los cuernos y rompamos las cadenas de impunidad y logremos alcanzar realmente una educación de primer mundo (cosa que no le conviene al gobierno), seguiremos teniendo vándalos, familias rotas, edificios quemados, problemas de tráfico. Parte de la solución está en nuestras manos como padres, pero la otra, la mas importante, está en manos en los que se dicen gobiernos, jueces, ministerios, policías, etc. Es la única forma en la que podremos pasar de quinceañeros impacientes a adultos en todo el sentido de la palabra.