Cuando el rector de la UAP, Alfonso Esparza, decidió sumar, desde una perspectiva institucional, a la máxima casa de estudios a las causas sociales para la aparición con vida de los 43 normalistas de la escuela Manuel Isidro Burgos, de Ayotzinapa, en Iguala aplicaba una vacuna para inocular un virus peligroso: el de la radicalización.
La medida llevada a la práctica en momentos en que el enojo cunde en todos los rincones de la vida pública nacional y permea con extraordinaria facilidad en la vida universitaria, resultó en una aportación notable a la estabilidad de un estado particularmente convulso desde hace meses.
Apenas la víspera, el Frente Municipal Cholulteca exigió a las autoridades locales frenar órdenes de aprehensión contra 20 personas de San Pedro y San Andrés que se oponen a la destrucción de la zona sagrada alrededor de las pirámides para edificar espacios de atracción turística. “En Cholula no queremos otro Ayotzinapa”, dijeron.
El rector universitario leyó bien las señales del momento y anticipó, desde la semana pasada, la colocación de mantas gigantes en las unidades académicas de la universidad para la libre expresión de los universitarios sobre la desaparición de los normalistas. Esa parte es más proactiva y tendrá mayores beneficios, recalcó.
La iniciativa rectoral en Puebla no debe ser desdeñada. Estamos ante un caso de sensibilidad elemental y necesaria para las familias de los 43 estudiantes desaparecidos, cuando casi se ha extinguido la posibilidad de encontrarlos con vida.
Y resulta un pronunciamiento plausible en medio de un contexto en el que la pretensión iracunda desde el poder público local establece con rigor, todos los días, que nada puede moverse si no tiene la autorización del poderoso señor feudal.   
“Nosotros hemos estado totalmente de acuerdo, son manifestaciones totalmente libres. Hemos sido muy respetuosos para que se respeten todas las ideas, todas las expresiones y que en la medida de lo posible se puedan alentar”, expresó Alfonso Esparza Ortiz, y con ello hizo su contribución a la necesaria gobernabilidad en Puebla.
 
En el sótano…
Nada deberán agitar las aguas de la UAP ante el relevo en la Secretaría de Investigación y Estudios de Posgrado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. 
Tras la salida del académico y escritor César Cansino, en medio de una disputa interna entre grupos, la decisión final pasará por el escritorio del rector, no debe haber duda.
La probabilidad de hacer secretario del área al maestro Paulino Arellanes no sólo se traduce en un acto de justicia para un hombre que ha dedicado su vida a la academia y la docencia universitaria, sino porque se trata de un estudioso riguroso y un hombre formado en la izquierda pensante, de esa que tanto escasea en el escenario partidista.