1.- Dijo Jack Lang ante el parlamento francés “cultura es todo lo que el hombre crea”. Y gracias a esa definición y a su conducción como ministro de Educación y Cultura, se quedó 9 años en ese encargo en el país donde existe la merito-cracia, no el “ya merito llegamos allá”.
2.- Uno de los alardes de la cultura es la creación notable de la publicación de libros.  Sí, hay muchos, lógicamente deben existir muchos lectores.  Así es como aun con la problemática nacional imperante algunos gobiernos, pero más universidades públicas, van creando en nuestro México ferias para mostrar, vender, promover la cultura Patria y Matria con autores mundiales nacionales, e incluso provincianos.
3.- En la Filey que es la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2015, en su quinta existencia anual, el rector de la universidad pública de Yucatán expresó: “Queremos que la Filey nos orille a leer de manera insalvable.  Leer no mejora el futuro económico, pero es un valioso marcador de madurez”.
Una funcionaria de la UNAM destacó:
“Los libros no tienen barreras y nos abren las ventanas a todas las ideologías y pensamientos.  No se crean lectores por decreto, sino practicando la lectura”.
4.- El premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco, fue concedido al diplomático e historiador Fernando  del paso.  Este mexicano errabundo como todos los embajadores de carrera, logró crear la nueva historia del Imperio Mexicano de Maximiliano de Habsburgo recurriendo a las fuentes existentes en sus matrices centro-europeas, develándonos no solo leyendas creadas ex profeso para ocultar debilidades femeninas o masculinas de la pareja imperial en México, sino mostrándonos la sordidez de las ambiciones de castas privilegiadas, realizando conductas preservadoras para sus linajes.
4.1.- Leer Noticias del Imperio es vivir las “Guerras de la República, sea el lector liberal o conservador.   La creatividad con rigor investigatorio de Fernando del Paso, nace de su forma de ser.  Y este se muestra como es, en el cómo habla.  En este caso dialoga con su amigo el finado José Emilio Pacheco: 
I.- ¿Qué vamos a hacer, qué se puede hacer con veintitrés mil desaparecidos en unos cuantos años? ¿O son veintitrés mil cuarenta y tres? ¿Y cómo sabemos quiénes son culpables? ¿O vamos a fabricar culpables por medio de la tortura, como es nuestra costumbre?”.
II.- Quiero decirte que hoy también me duele hasta el alma que nuestra patria chica, nuestra patria suave, parece desmoronarse y volver a ser la patria mitotera, la patria revoltosa y salvaje de los libros de historia”.
III.- Quiero decirte que a los casi 80 años de edad me da pena aprender los nombres de los pueblos mexicanos que nunca aprendí en la escuela y que hoy me sé sólo cuando en ellos ocurre una tremenda injusticia; sólo cuando en ellos corre la sangre: Chenalhó, Ayotzinapa, Tlatlaya, Petaquillas.... ¡Qué pena, sí, qué vergüenza que sólo aprendamos su nombre cuando pasan a nuestra historia como pueblos bañados por la tragedia!”.
IV.- Dime, José Emilio: ¿cumplimos? Hoy que el país sufre de tanta corrupción y crimen, ¿basta con la denuncia pasiva? ¿Basta con contar y cantar los hechos para hacer triunfar la justicia? ¿Es ético aceptar premios por nuestra obra y limitarnos a agradecerlos en público, como lo hago en estos momentos? No lo sé. Pero vale la pena plantear si nuestra posición sirve para algo”.
V.- “Estoy viejo y enfermo, pero no he perdido la lucidez: sé quién soy, quién fuiste y sé lo que estoy haciendo y lo que estoy diciendo. Lo único que no sé es en qué país estoy viviendo. Pero conozco el olor de la corrupción; dime, José Emilio: ¿a qué horas, cuándo, permitimos que México se corrompiera hasta los huesos? ¿A qué hora nuestro país se deshizo en nuestras manos para ser víctima del crimen organizado?”.
VI.- “No sabes qué triste estoy. Acepto el premio que tiene tu nombre, porque sé que se me da de buena fe, no sin subrayar que lo más importante en la vida no es recibir galardones —aunque se merezcan—, sino denunciar las injusticias que nos rodean”.

Nuestra casa

Única, insólita en Latinoamérica, pero armada en Puebla, a nuestra vista  tenemos  la máxima recreación arquitectónica a sus órdenes en el Museo Amparo.