A las 11:30 de la mañana del domingo 7 de junio Alejandro Armenta Mier cayó presa de la incertidumbre. La elección en curso había comenzado dos horas y media antes, a las 8:00 en medio de una enorme expectación por el desarrollo de una campaña llena de agravios de parte de sus adversarios. 
Un total de 89 denuncias ante instancias jurisdiccionales habían de poner en papel esa ruda manera de pelear una diputación que rebasó con mucho la esfera política. No le habían mandado decir a través de mensajeros que “por las buenas o por las malas” impedirían que llegara a la victoria.      
El reporte de las exitpoll lo ponía a solo tres puntos porcentuales de distancia sobre su más cercano seguidor, el candidato del PAN en ese distrito, Mario Rincón González. Sabía que ese margen no solo lo ponía en una posición vulnerable, sino que era sinónimo de derrota segura. 
Era imposible saber aún que terminaría con un triunfo con una diferencia de 20 mil 724 sufragios a su favor. El Programa de Resultados Preliminares Electorales (PREP) terminó por contabilizar 52 mil 858 votos contra 32 mil 64, una de las diferencias más holgadas en la contienda.
La gente cuando era consultada sobre el sentido de su voto al salir de la casilla correspondiente había decidido, en lo individual, mentir. No quiso exponerse al desquite de la amenazante presencia de los enviados de Mario Rincón, o de su operador y cómplice, Omar Álvarez Arronte.
Algo similar había sucedido con otros abanderados. El autor de la columna había podido ver el resultado de otras encuestas levantadas previas a la elección en los cuatro distritos de la capital, que ponían a los candidatos del Partido Acción Nacional por arriba de sus adversarios a vencer.
En algunos casos la distancia entre el primero y el segundo lugar había una diferencia de hasta 22 puntos. Una salvedad había sido ignorada en medio de las fanfarrias de una probable victoria anticipada: el porcentaje de los indecisos entre ciudadanos consultados era de casi 30 por ciento de la muestra.
Eso explica parcialmente el engaño en el que cayeron encuestadoras, candidatos y los dirigentes de los partidos que habían adelantado una víspera que estaba difícil de ser cierta. 
La gente común y corriente está lejos de revelar su decisión política, su convicción social y su verdadera intención en medio del hartazgo por la toma de decisiones en materia de política pública que lastima su entorno inmediato. 
La sociedad que vive el desencanto por la facción del partido enquistado en el gobierno no es la misma que creyó en el galimatías de 2010: abre los ojos, lo mejor está por venir.
La ingenuidad dejó de ser divisa para estos grupos que medran con el cargo para perpetuarse en la toma de decisiones. La verdad está oculta en la conciencia social. Medir el estado de ánimo de la gente es primordial para la toma de decisiones en una campaña. Esa es la primera y más valiosa que lección de este escandaloso tropiezo para el gobernador Rafael Moreno Valle y si despótico grupo.

En el sótano…

1.- Las culpas ya se reparten. El señor Siniestro decidió que no toda la culpa es suya. La derrota que resultó de la estructura que operó que deficiencia prefirió esconderla, como el polvo de la casa desaseada, debajo del tapete de la sala.
2.- Escándalo nacional. Ayer lo dijo Joaquín López Dóriga en la mesa de los miércoles en Grupo Fórmula con Roy Campos, José Fonseca y René Casados: el PAN de Gustavo Madero perdió en donde gobierna con la alianza de sus intereses (PAN-PRD-Panal), en Puebla y Sonora. Y entonces así lo dijo: ¡Tómala!

3.- Escándalo local. El dirigente estatal de ese partido, Rafael Micalco lo dijo ayer en su cuenta de Twitter @rafamicalco: “Habríamos ganado 16 dttos (distritos) si se hubiese incluido y respetado a TODO el panismo del estado, más que ir en alianza, aún en dttos (distritos) negociados”. Y sí: tómala.