Murió Jacobo Zabludovsky, el emblemático titular de un noticiario que en el siglo pasado se llamó 24 horas en Televisa, un espacio desde el poder y para el poder.
Coincido con las nuevas plumas y estudios desde la academia en que la forma vertical del modelo de comunicación edificado por Zabludovsky en el país de un solo partido (PRI) y un solo hombre (el presidente en turno) funcionó, pero como todo paradigma, terminó y se agotó.
Quienes hemos trabajado en estructuras corporativas de comunicación sabemos de los intereses empresariales de los dueños de los medios para los que nos empleamos y que no siempre son coincidentes con los de sus audiencias.
Alimentará la diatriba, la especulación y hasta el enojo. La verdad es tan clara como el agua. El margen de maniobra para hacer periodismo de interés público sin alterar o afectar las relaciones o acuerdos de los patrones se reduce hasta casi la inexistencia.
Ese tipo de periodismo sin compromiso, oficialista y sumiso es el que vemos en la televisión y escuchamos en la radio en Puebla con un gobernador que no se siente cómodo con la crítica.
Es un ejemplo de lo que se vivió a nivel nacional antes de la llegada del nuevo siglo, su alternancia política y el surgimiento de esa expresión libertaria y hasta libertina que son las redes sociales.
Pero Jacobo supo reinventarse. No se puede quitar mérito sobre todo en un hombre a quien se le vio como el vocero del presidencialismo imperial del siglo pasado.
Abrió el micrófono a todo tipo de expresión, hizo la crónica necesaria desde su noticiario De 1 a 3 y reclutó a nuevas plumas que enriquecieron la radio de medio día.
La producción y la construcción de frases símbolo de la radio informativa en el más amplio sentido del término: ritmo y contenido que le permitió colocar ese producto como la mejor opción para los habitantes del DF.
Escribió la columna Bucareli en El Universal sin el afán militante de algunos otros iluminados del periodismo. Sin estridencia ni descalificación, ajeno al poder, los temas del periodista fueron un espacio para la reflexión y el aprendizaje.
Yo me quedo con esa versión del periodistaradiofónico y de prensa escrita, no con el de la tele de Emilio Azcárraga Milmo, el confeso soldado del PRI.
Cada uno con su estilo y sus lecciones a la hora de ejercer el oficio, Miguel Ángel Granados Chapa, Germán Dehesa, Vicente Leñero y Julio Scherer, el Zabludovsky del nuevo siglo también nos va a hacer falta.
Ya pueden encender la pira pública para fundir al reportero por insurrecto.
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