Hace apenas unas semanas que platiqué con un amigo (español) que tiene varias décadas de vivir en México y el punto que nos unió en una breve conversación fue Luis Buñuel, que acaba de cumplir años de su natalicio —nació el 22 de febrero de 1900—, según se ha publicado en medios nacionales que han recordado al productor y director de cine de origen español.
Me atrajo de su obra el documental sobre Las Hurdes, Tierra sin Pan, realizado en 1933. Como siento cierta atracción por los temas relacionados con el fenómeno que ahora conocemos como hambre, me llamó la atención esa precisamente a pesar de que en general su obra es digna de ser vista totalmente. Por cierto, toda su obra se puede disfrutarse en YouTube.
El hambre parece un fenómeno de las naciones subdesarrolladas, pero antes de que nos colocaran en esa clasificación, los países supuestamente desarrollados la conocieron en carne propia.
Las imágenes sobre Las Hurdes son de un pueblo que previamente tuvo una influencia religiosa que se puede apreciar en las ruinas de santuarios que presenta Buñuel. Lo único que se da es la papa que se cultiva a la orilla de un río, porque el resto son áreas de pequeñas montañas en donde la agricultura es en general imposible.
Las personas comen papas como alimento. Cuando no existen papas, recurren a plantas y una raquítica provisión de frutas. La población se muere recurrentemente, como algunos ejemplos de pequeños que muestra el documental.
La gente se muere porque no tiene otra opción que la producción de papa como alimento básico, pero no es la causa, sino la consecuencia de otros factores, como el poder. Aquí quiero anotar que la papa fue llevada, como todo mundo sabe, al viejo continente desde América. Particularmente de Mesoamérica, aunque también se cultivaba en el sur, en Perú y otras regiones de América Latina y El Caribe.
Jugó un papel estelar en el surgimiento y consolidación del capitalismo europeo. Como se puede cultivar todo el año y contiene calorías en buena cantidad, fue muy bien aceptada en el “viejo mundo”. La naciente clase obrera requería “carburante” para activar el cuerpo y eso lo poseían las papas.
Como existía la creencia dietética basada en las calorías, pues se sembró ampliamente hasta que llegó la gran hambruna de 1848, en Irlanda, en donde murieron 2 millones de personas —todavía se discute la cifra—, teniendo como causa visible el hecho de que la papa fue atacada por un hongo.
Fue la primera gran hambruna de nuestra historia contemporánea, que pudo evitarse, pero por razones de poder no se hizo. Mientras las mujeres morían con sus hijos en los brazos, según el Museo levantado al Hambre en Irlanda, por los puertos salían barcos con carga de alimentos en dirección de Inglaterra.
Me sorprendió que el fenómeno se reproducía en Las Hurdes en 1933, pero ahora nada puede resultar a sorpresa con lo que ocurre en el mundo de hoy. Pero aquí se puede observar más claramente un hecho. Quien comía papas se podía reproducir a bajo costo. Los habitantes de Las Hurdes salían a contratarse como jornaleros a Salamanca, pero podían en algunas ocasiones regresar con las manos vacías.
El hambre era terrible en Las Hurdes pero cumplía una función: obligar a sus habitantes a contratarse en las áreas agrícolas cercanas. Excelente, Buñuel.
La plática terminó con mi amigo español con una pregunta y su respuesta. Pregunta: ¿todavía siguen igual? La respuesta: NO. Pensé: según la “teoría” del cómico “Cantinflas” se pasó a los países menos desarrollados.
Dice “Cantinflas”, en una película en donde hace el papel de miembro de alguna dinastía de origen árabe, que no recuerdo el nombre y, estando en un salón atestado de “personalidades” llega un “faquir” y después de saludarse con “Cantinflas”, este último le pregunta a qué se dedicaba. La respuesta es, palabras más o menos, que “los faquires” no comen. “Cantinflas” le responde algo así como que: “Entonces usted ha de ser mexicano”.