Menos de 40 días separan al presente del 1 de febrero cuando Antonio Gali Fayad protestó el cargo como gobernador para el periodo más corto de la historia. El tiempo es breve y las urgencias abundan.
Quizás por ello haya que subrayar un conjunto de medidas que comienzan a apuntar a una diferenciación cualitativa respecto de la forma con la cual el antecesor, Rafael Moreno Valle, ejerció el poder con una marcada línea dura, lo que avivó la animadversión general hasta nuestros días.
Una señal de apertura es haber convocado, sin excepción, al gremio de la prensa este viernes en Casa Puebla a sostener una reunión con el inquilino de ese inmueble, sin haber tenido que esperar al oprobioso “Día de la Libertad de Expresión”.
No es difícil suponer el criterio que animó al mandatario a abrir las puertas de la casona en la zona de Los Fuertes a un sector que en el sexenio pasado fue perseguido, bloqueado o estigmatizado, en la mayoría de los casos.
Y sin embargo, no es el único. Acaso el más reciente, lleno de simbolismos, es el anuncio que hizo Rita Amador, integrante de la dirigencia de la Unión Popular de Vendedores Ambulantes 28 de Octubre: Rubén Sarabia, Simitrio, próximo a dejar el encierro al que lo sometieron por una consigna política del pasado, es el más emblemático de todos.
Simitrio y su organización han sido quienes más gobernadores han confrontado: desde Mariano Piña Olaya, pasando por Manuel Bartlett, Melquiades Morales, Mario Marín y Rafael Moreno Valle, el más feroz mandatario que buscó por todos los medios destruir a esa organización combativa.
El gobernador Gali Fayad parece haber entendido el momento que le correspondió vivir desde el poder público.
Con un pasado inmediato que no termina de irse y un futuro urgente de medidas efectivas que le permita abrir el espacio a la página de la historia política en donde deberá quedar su legado, el tiempo apremia.
Pregunté a Socorro Quezada, la dirigente del PRD en Puebla, si el Diódoro Carrasco de Moreno Valle y el de Gali Fayad eran distintos.
Fue horas después de que había asistido a Casa Aguayo, para dialogar sobre temas de la agenda perredista en el territorio y de la que solo quedó como testigo la fotografía que descansa en sus redes sociales. Dijo que sí y tuvo palabras amables para la versión reeditada del secretario general de Gobierno.
Ya desfilaron por esa misma oficina los dirigentes de las otras ofertas políticas en el territorio de Puebla, lo cual supone un buen comienzo para darle lugar a la política en lugar del escarnio o el amago.
Muchos son los pendientes y pocos los meses para vencer las resistencias, reconciliar intereses y sanar las heridas del pasado.
Que el tiempo sea suficiente y la concentración no se pierda para continuar con iniciativas que lleven a la reconciliación en medio de un escenario convulso, puede ser una buena idea.