Lo intercultural. El término fue construido desde abajo por el movimiento de resistencia de grupos étnicos y afrodescendientes ecuatorianos, según la opinión de Catherine Walsh.
En un esfuerzo por superar los procesos de colonización que se han agudizado con las políticas neoliberales en las naciones latinoamericanas.
Al respecto, apuntan Boccara y Walsh, que se trata de un término que no se limita a los derechos culturales en abstracto, su constitución está asociada a las luchas que reivindican un proyecto político contrario al colonialismo y el imperialismo.
Se trata de un concepto entendido como una práctica política, un saber de los saberes excluidos pero, a la vez, una propuesta inconclusa que busca adeptos como práctica social.
Es un término vinculado a grupos subalternos que se oponen a la opresión, sostienen un saber de aquello que ha sido excluido, asociado a una visión histórica de su pasado y presente con profundos vínculos territoriales.
A partir de la década de los 90, se ha desarrollado una disputa en torno al concepto de interculturalidad. Desde la esfera estatal, las agencias al servicio de las élites, los campos del saber lingüístico y social han desatado una lucha por la resemantización del término.
Lo han vaciado de su contenido original crítico, asociándolo a una visión que remite a la promoción y conformación de un estado de relación social acrítico, sustentado en un aparente diálogo social horizontal y la creación de espacios neutros de diálogo que lo hacen funcional.
Para el caso mexicano, los grupos étnicos, aunque reconocidos como parte de un Estado pluricultural, en los hechos ha pesado más la conceptualización como pobres y con hambre, que en la práctica los engloba en una categoría social de dependientes e inferiores con respecto a otras capas de la sociedad.
Lo anterior apunta a una especie de eugenesia social mundial como un moderno colonialismo. Se trata de grupos colocados como dependientes de las políticas asistenciales que nunca les resuelve de fondo el problema, pero sí los colonializa.
En los hechos, como lo ha expuesto Carrasco (2007), son nuevas formas de intervenir al interior de las comunidades étnicas, y de tomarle el pulso a los dominados acerca de los efectos que tienen las políticas asistenciales que han sustituido a las del Estado de bienestar.
Ahora, como en el pasado, asociadas a nuevas formas de sometimiento político.
En ese sentido, es un término en constante construcción que espera a que se llene de contenido, pero guardando sus raíces sociales originales. Se dirige a una transformación de la sociedad y a evitar los diálogos que dejan todo igual, intocado.