Percibo con mucha preocupación una conducta de absoluta displicencia de los poblanos que habitan en la capital del estado respecto a la creciente mafia del huachicol.
Escucho y veo en redes chistes, memes, anécdotas y hasta orgullosos consumidores de combustible robado, sin entender el riesgo que representa para quienes viven en la zona metropolitana de la capital, el crecimiento de estas redes del crimen organizado.
Para entender lo que representa el robo de combustible como negocio, hay que decir que es tan grande, que ha incluido desde altos funcionarios, pasando por secretarios estatales, presidentes municipales, policías de todos los niveles, hasta campesinos, amas de casa y terminando con niños que venden abiertamente el producto del huachicol.
Parece que quienes hacen bromas y hasta presumen comprar esa gasolina no entienden que entre narcos y huachicoleros no hay más diferencia que el costo para la obtención de su mercancía.
El combustible se obtiene al instante, mientras que el proceso de producción y trasiego de droga es mucho más costoso y complicado.
No es casualidad que existan diferentes cárteles detrás de estos grupos y por consecuencia, que las plazas estén tan calientes por lo jugoso del negocio.
La guerra que el gobierno estatal ha declarado a los huachicoleros de “El Triángulo Rojo” es mucho más complicada de lo que parece.
De entrada, el exgobernador siempre se mostró preocupado por aparentar seguridad, cuando en todo el estado se descomponía por la nula acción del gabinete respectivo.
Basta recordar que altos mandos de la Secretaría de Seguridad Pública del anterior sexenio, ligados al extitular Facundo Rosas, estaban metidos de lleno en este negocio.
Y para rematar, es necesario sumar que el todavía fiscal general Víctor Carrancá nadó de muertito durante toda la administración morenovallista, en una sospechosa parsimonia de toda la dependencia a su cargo.
De todas estas complicidades se deriva una ola de huachicoleros que se han apoderado de varios municipios que rebasan por mucho “El Triángulo Rojo”.
Parece que los que vivimos aquí en la capital creemos que al igual que los cárteles del narcotráfico, están muy lejos de la ciudad.
Pero la realidad es que los tenemos a unos cuantos kilómetros y muchos de ellos con dinero que buscarán gastar.
Es la misma conducta que los narcos que de manera natural buscan gastar sus fuertes ganancias y parece que estamos cegados para no darnos cuenta que muchos de ellos ya viven en esta ciudad.
Lo más grave es que aunque el negocio es grande, la realidad es que no alcanzará para todos y el riesgo de que estos grupos sigan el camino de la delincuencia común y terminen extorsionando, cobrando derecho de piso, secuestrando o asaltando es muy alto.
Y en realidad la culpa no es únicamente de quienes deciden ingresar a las filas del huachicol, sino de quienes les abrieron las puertas de nuestro estado.
Lamentablemente, el esfuerzo de quienes hoy buscan combatirlo se ve muy mermado por la continuidad de uno de los tres creadores de este cáncer social.
En este tema, el exgobernador no puede echarle la culpa ni a Marín, ni a Melquiades, ni a Bartlett, el huachicol es una aportación del hoy suspirante presidencial para los poblanos.
Ni más, ni menos.