El promotor de la candidata de Morena en el Estado de México ante el magisterio de esa entidad, Delfina Gómez, Rafael Ochoa Guzmán, ha hecho el trabajo que le ha encomendado Elba Esther Gordillo Morales en los últimos años.
De eso tienen constancia en Puebla los priistas Mario Marín Torres, Javier López Zavala, el exmarinista converso al esperpento llamado Nueva Alianza, Darío Carmona y el casi morenista, Alejandro Armenta Mier.
Pero también lo saben los adictos confesos al morenovallismo, Gustavo Espinosa, Cabalán Macari, Gerardo Islas y Emilio Salgado, integrantes de la dirigencia del partido de Elba Esther Gordillo en Puebla.
Confrontados entre sí desde un año antes del arranque de las campañas de 2010, hubo acusaciones mutuas por la toma de las sedes sindicales cuando una revuelta disidente se levantó en contra de los cacicazgos magisteriales inamovibles, a cuya cabeza estaba la propia Gordillo, presa en febrero de 2012 por delitos federales.
Ochoa Guzmán se convirtió en un comensal habitual en los comederos de la avenida Juárez, sobre todo el que se especializó en platillos del mar, Boca del Río, donde despachaba una tarde y la otra también.
Fue y regresó del departamento de Polanco a la avenida Juárez las veces que fue necesario para desactivar el conflicto sindical con el propósito de dejar allanado el camino para quien meses después sería el candidato de la facción elbista en el magisterio: Rafael Moreno Valle.
El tiempo y la circunstancia han cambiado de manera tal que hoy ese mismo operador de la maestra, presa aún en un hospital de la Ciudad de México, cumple una nueva misión, según pudo documentar el diario Reforma con un video donde llama a votar por Delfina Gómez, la abanderada más competitiva con la que cuenta el partido de Andrés Manuel López Obrador en suelo mexiquense.
Es la muestra más radical de que el mapa cambió desde que tuvo que purgar un proceso penal por diversas acusaciones después de haber desafiado el poder presidencial de un viejo aliado, el presidente Enrique Peña Nieto.
La mutación ocurrió desde que fue sujeta a proceso y abandonada a su suerte por sus engendros, algunos de los cuales alcanzaron los más altos cargos en las esferas gubernamentales, y cambió también a partir del declive en términos de aceptación ciudadana del régimen presidencial y la mayoría de los partidos en los gobiernos estatales.
Desde donde está, la jefa del magisterio y de Nueva Alianza regresó para operar en procesos electorales clave para el futuro político inmediato en México.
Ilustra la estampa que todavía nos obsequió Gordillo Morales cuando en medio de la definición legal por quien había ganado la elección de 2006, con 0.5 por ciento de diferencia entre el primero y segundo lugar, levantó la mano a quien Andrés Manuel López Obrador ha señalado como el autor del robo de la presidencia de México: Felipe Calderón Hinojosa.
Luego jugó sus cartas con éxito con el grupo de los tolucos liderado por el propio Peña Nieto.
Elba Esther no se ha equivocado y tampoco ha traicionado porque su naturaleza es el colaboracionismo electoral. Apuesta a quien sabe y tiene siempre todas las posibilidades de ganar.
Ya veremos si es que mantiene el timing aun con los años que lleva bajo la sombra.