La oposición a una alianza entre PAN y PRD no es una defensa por la estadía del Partido Revolucionario Institucional en el poder, sino de un cambio que garantice mejores condiciones de desarrollo para la sociedad en general y el fin de un régimen que estimula la impunidad.
Eso debe quedar claro, pues junto con el PAN se ha hecho de la vida pública un latrocinio y esa condición se acentuó a niveles de escándalo en los últimos años con la llegada de Enrique Peña Nieto a Los Pinos.
No quiere decir necesariamente que sea el propio mandatario del país quien esté directamente involucrado en procesos de soborno o corrupción en el gobierno. Suponer esa especie resulta difícil, pues para afirmarlo se requiere prueba documental irrefutable, aunque hay que leer con detenimiento la columna de Raymundo Rivapalacio Estrictamente Personal.
“Finalmente después de cuatro años en el gobierno de Peña Nieto, en Los Pinos cayeron en la cuenta de que junto con las reformas, un importante detonador de los mexicanos tiene que ver con la corrupción”, escribió el periodista en Eje Central y El Financiero.
La corrupción política es lo reprobable a la luz de los resultados de experimentos aliancistas en 2010, como es el caso de Puebla y su engendro: Rafael Moreno Valle, quien no solo no combatió la corrupción desde la esfera gubernamental, sino que la estimuló.
Una prueba de lo que aquí se escribe será documentada en la Parabólica de la próxima entrega y que involucra al sector Salud.
Los defensores de que Acción Nacional y el sol azteca unan esfuerzos para conseguir el voto mayoritario desempolvan del baúl de lo inservible argumentos utilizados desde 2009, cuando ya las coaliciones entre la izquierda y la derecha llevaban un tramo avanzado y que serían utilizadas en esa elección estatal.
Los pendientes de una agenda ciudadana quedaron en el olvido: derechos humanos, transparencia, lucha contra la corrupción, justicia sin distingo, además de seguridad para todos.
En casi todos esos rubros el gobierno de alternancia en Puebla incumplió, pues la prioridad de Moreno Valle fue llegar al poder.
Quienes conocen la forma de procesar de quien ahora aspira a ser candidato de una coalición opositora, saben que el esquema utilizado desde el primer día de su administración en el gobierno poblano sería exactamente el mismo: manejo de los recursos con un sentido patrimonial, opacidad en los criterios para el ejercicio del gasto y moches.
Persecución y hostigamiento contra opositores del régimen, componendas con grupos de poder, impedimento en el avance de temas fundamentales en la agenda ciudadana en la esfera legislativa y una promoción personal que insulta, ofende a una sociedad agraviada por la plutocracia en el poder.
Razonamientos para debatir la viabilidad de una alianza del PRD con el PAN sobran. La construcción de un proyecto político que vaya desde el programa sería lo más sensato para evitar empoderar a perfiles siniestros para el desarrollo de la sociedad como el hombre que dañó reputaciones, empresas y el futuro de Puebla y que pretende convertirse en el candidato de esa alianza propuesta por los dirigentes del PRD y del PAN.
En esa misma definición se encuentra Ricardo Anaya, que también arrastra una vida de simulación y despilfarro. La exprimera dama, Margarita Zavala, tampoco se ve como la más viable aspirante a aparecer en la boleta, pues la reedición del calderonato es potencial.
¿Alguien ve en el PRD ese candidato ajeno a las perversiones de quienes han levantado la mano en la acera de enfrente?