Un empresario que ha sido proveedor de la administración pública en Puebla desde el sexenio de Rafael Moreno Valle no tiene duda: El estado está prendido de alfileres y así fue heredado a Tony Gali Fayad.

No es un conocedor profundo de los intereses tras bambalinas en los corrillos del poder, pero el interlocutor tiene el sentido común suficiente para entender que el aspirante a la candidatura presidencial panista apostó con buen tino a la atracción turística, pero erró en el dispendio para la edificación de infraestructura para la cual no existen fondos suficientes para su mantenimiento, equipamiento o contratación de personal.

Es la percepción general de los poblanos, entre los cuales se encuentran incluso integrantes de sectores productivos que no fueron excluidos de la febril actividad gubernamental del exmandatario.

Una voz que crece igual en la calle que en la empresa, entre comerciantes, constructores y proveedores.

Una salvedad diferencia al estado de ánimo general del pasado reciente: Comienzan a perder el miedo a la persecución tras el término de un gobierno caracterizado por el abuso de instancias de procuración de justicia con fines políticos, por el hostigamiento a través del espionaje desatado a través de mecanismos extralegales, o de la simple y abierta amenaza de ser silenciado.

Tan pervertido quedó el sistema de justicia, que detrás de la salida de Casa de Puebla del panista furibundo que llamaba a voz en cuello hace siete años, cuando fue candidato “abre los ojos, lo mejor está por venir”, que pese a las indagatorias por la presunción de complicidad entre ediles como el de Palmar de Bravo, Pablo Morales con los huachicoleros, que un nombre ha sido excluido por completo.

Se trata de Facundo Rosas, el exsecretario de Seguridad Pública en la administración de Moreno Valle y que debió dejar el encargo cuando en 2015 dos de sus subordinados directos fueron sorprendidos in fraganti por fuerzas federales ofreciendo protección de los ladrones de combustibles en el municipio de Tepeaca.

Imposible imaginar que el exsecretario de Seguridad de entonces era ajeno a la actividad criminal de sus mandos. En un uniformado que llegó al cargo de jefe del Estado Mayor de la Policía Federal con Genaro García Luna en la gestión presidencial de Felipe Calderón, una falla de esas es inadmisible.

Como el empresario con quien el autor de esta columna pudo conversar, la pregunta se extiende a casi todos los ámbitos: en dónde está Facundo Rosas y por qué no ha sido citado por las autoridades federales como la PGR, Hacienda y Pemex para terminar con el fenómeno delictivo que el 3 de mayo terminó con la vida de 10 personas (6 civiles y 4 militares).

Es probable que el secretario de Seguridad en la gestión del exgobernador panista viva aún en Lomas de Angelópolis, donde se llegaba por la entrada norte, el punto en donde se podía ver la ostentosa escolta que lo cuidaba las 24 horas.

Los rastros que deja la delincuencia están a la vista y no se tiene que batallar mucho para encontrar a quienes contribuyeron a que Puebla esté prendida de alfileres, como todos coinciden hoy en día.