Mucho tiempo había pasado desde que Martha Erika Alonso salió de las aulas del colegio Unión y Progreso de Tecamachalco, plantel atendido por una orden religiosa y en donde cursó sus estudios de secundaria hasta que regresó el viernes 27 para participar del Foro de la Reforma Constitucional en Materia Electoral.
Sólo las generaciones del pasado recuerdan el paso de esta mujer por las aulas de nivel escolar básico de ese municipio y que ahora es secretaria general del Comité Estatal del PAN y prospecto a candidata al gobierno del estado.
Lo que sí está en el pasado inmediato es la arenga que desde redes sociales lanzó para condenar la violencia en contra del género al que pertenece y que le generó críticas en un sector del círculo rojo, pues de 2011 a 2017, en seis años de gestión de su esposo Rafael Moreno Valle, adoleció de un papel determinante para alentar políticas públicas en favor del respeto a las féminas.
Nos ha llenado de indignación la muerte de todas aquellas mujeres asesinadas, desaparecidas o víctimas de violencia de género. Tenemos que recuperar como sociedad todos esos valores y principios que se han perdido”, dijo en un mensaje difundido a través de Twitter y Facebook.
El problema es darle sustento a esa línea discursiva cuando como consorte del gobernador en el sexenio pasado y ahora como perfil actuante de la vida política del partido en el gobierno da pasos en falso, erráticos y hasta contradictorios.
Uno de los que más costo podría significarle en términos de credibilidad y coherencia es la aparición en público el viernes pasado con un sujeto investigado por la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Electorales por el presunto delito de lo que la propia Martha Erika llamó en su mensaje la “problemática que tanto nos lastima”: violencia política de género.
Una cosa es que la FEPADE haya quedado acéfala después del sainete de Santiago Nieto Castillo y otra que la acusación en contra del edil de ese municipio, Inés Saturnina López Ponce haya desaparecido.
El que haya figurado en el presídium al lado de un sujeto de reputación tan lastimosa como ese alcalde, por el trato que suele dar a sus pares en el cuerpo edilicio, lo válida y fortalece.
Y en la misma lógica debilita asimismo al cuadro más visible con el que el PAN cuenta para competir en la elección de 2018. La pregunta obligada es, si ¿nadie lo sugirió o se lo aconsejó?
Y más aún: ¿Qué carta ofrecerá Acción Nacional en Puebla a la generación millennial o el sector femenino? ¿La del discurso pro defensa de mujeres violentadas o la que se hace acompañar de la torpe figura de un presidente municipal emulo del inefable de Juan Vargas (Luis Estrada, 1999)?