Hace unos cuantos días volví a escuchar la afirmación de que hoy, ahora, vivimos mejor que hace cincuenta o sesenta años.
La justificación es: hoy, gracias a la ciencia y a la tecnología, nuestra perspectiva de “vida” es mucho mayor; hasta los ochenta años y más, cuando que en las décadas pasadas, en los cincuentas o sesentas, con trabajo se podría llegar a los sesenta y cinco años.
Lo que no pensamos es, que primeramente, casi el 90 por ciento de la población mundial, no sólo no tiene acceso a la ciencia ni a la tecnología, vaya, ni siquiera tienen agua, ni siquiera a alimentos y, mucho menos posibilidad de morir en un hospital.
Son humanos que mueren de hambre o de una simple diarrea, que no saben si podrán sobrevivir un día más, los bebés mueren en el piso, en fin; no viven más allá de los 30 años, si es que el narcotráfico, las guerras y las purgas étnicas se los permiten.
Claro que los que pertenecemos al afortunado 10 por ciento podemos llegar a los ochenta y más, pero el otro 90 por ciento restante jamás podrá decir que “hoy, vivimos más y mejor que antaño”.
Los afortunados del 10 por ciento, “vivimos” con un miedo constante, al igual que el resto de la población mundial, respiramos un aire tóxico, nadamos en un mar totalmente radioactivo, en pocas palabras, sobrevivimos en un planeta estéril y semidestruido…
Sí, hoy “vivimos” más que antes, si a esto le llamamos vivir.