Si alguien me hubiese dicho que el precio de la tranquilidad de pensar al estilo de Diógenes, no habría dejado el esqueleto en el camino, en la famosa búsqueda “por ser alguien”.
Pensándolo bien eso de “ser alguien” en la vida, es una verdadera tarugada, porque por el simple hecho de estar vivo significa que soy “alguien”. Ahora bien: sé que la gente se refiere a ser “alguien” a ser reconocido, a ser famoso, o ya de perdida, que no pases desapercibido por los congéneres. El buen Diógenes vivía en un barril y andaba por ahí, caminando por las calles de Grecia, con una lámpara encendida, la lámpara era para ver si podía encontrar a un hombre feliz por algún lado.
O sea, que su única posesión era su barril y su lamparita, porque el cuenco que usaba para tomar agua se lo dio a un niño que sorbía el agua del río con sus manitas. En pocas y griegas palabras: ser “alguien” es ser, simplemente feliz —aunque no tengas más que un barril en dónde vivir y una lamparita para alumbrar tus pensamientos—.
Me imagino lo que estarán pensando de mí: No, no vivo en un barril, ni tengo una lamparita; pero lo que si tengo es un poco de paz y tranquilidad, quizá porque ya no peino canas, porque ya no tengo.