Tal parece que la pregunta que comienza a ponerse de moda es “¿por quién vas a votar?”, y la frecuencia en que se hace, seguramente irá creciendo hasta que se haga realidad nuestra respuesta al insertarla en las urnas.
Quisiera detenerme en esta pregunta de moda: En primer lugar, se pregunta “por quién”, como si se tratara de la elección del mago que tenga ocultas las fórmulas eficaces para cambiar a nuestro país.
En segundo lugar, nos olvidamos que no es por quién sino por quiénes, puesto que en los próximos comicios se elegirá a los que ocupen cargos en las cámaras y en los gobiernos locales. Pero como nuestra mirada al gran Tlatoani es algo que no logró sepultar la sanguinaria conquista del siglo XVI, pareciera que cuando se trata de gobiernos, el “de a de veras” es el del presidente de la República.
Y esto es curioso, porque los mexicanos, incluso los llamados analistas políticos defienden y se pronuncian por la promoción de nuestra democracia, por la soberanía de los poderes, por la consolidación de nuestra República, pero cuando, como en esta ocasión, se disputaran tres mil 400 cargos en lo que las autoridades electorales califican como la elección más grande que se ha vivido en México, el tema de conversación, los pronunciamientos a favor o en contra de los personajes de la política, dirigen sus ojos al Presidente de la República.
Esto, a mi parecer, tiene sus razones.
Por un lado, técnicamente, nuestro gobierno está configurado por poderes de entre los cuales, el legislativo, debiera representar las distintas facciones y posturas que a su vez representen la pluralidad de las convicciones de los mexicanos. La pregunta que me viene a la mente es, si es posible diferenciar la pluralidad cuando emergen las llamadas alianzas que lejos de buscar la representación política de los ciudadanos, se permiten hacer algo parecido a lo que con lenguaje muy mexicano llamamos champurrado, renunciando, incluso a los supuestos principios que soportan a cada instituto político: aquí de lo que se trata, es, -como en el ámbito futbolístico (casi tan corrupto como el político)- de alinear de tal forma que se pueda asegurar el triunfo.
La gran pregunta es “¿el triunfo para quién?”, para los mexicanos, como ciudadanía, por supuesto que no. Es, repito, como en el futbol, el triunfo del equipo con mejor estrategia, no de gobierno, sino de conquista de puestos. Con la gran diferencia que en estos casos no se juegan goles sino prebendas, presupuestos, concesiones. Y los votantes hacemos el papel de aficionados que miran desde la tribuna cómo se reparte el pastel entre la llamada clase política.
Por eso creo que las alianzas son una falta de respeto, un desprecio a la verdadera democracia. ¿Aliados el PRD y el PAN? ¿De verdad? Ya no se trata de ideologías, se trata de unir el mejor arsenal para bombardear al enemigo común.
La podredumbre de la política mexicana proviene de las legislaciones electorales, la promiscuidad que permite ese tipo de alianzas, una legislación que aglutina de manera exacerbada la renovación de cargos mediante el voto, haciendo sospechar, incluso, de algún tipo de distractor y que, como digo, representa una falta de respeto al ciudadano congruente, si es que eso existe.
No es de extrañar, entonces, que los ojos estén puestos en la figura presidencial, que, en esta ocasión nubla, el interés hacia los gobiernos locales y las cámaras legislativas.
Apreciable lector… la próxima vez que escuche o haga la pregunta sobre “por quién vas a votar”, recuerde que en Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz, Yucatán y la Ciudad de México se elegirá gobernador y en Durango, Aguascalientes e Hidalgo renovarán el congreso local; Coahuila, Tamaulipas y Quintana Roo renuevan alcaldías. En otros estados se elegirán ayuntamientos y diputados locales como Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Zacatecas, Nuevo León, San Luis Potosí, Colima, Michoacán, Estado de México, Querétaro, Guerrero y Oaxaca.
¿Tendremos- los mexicanos que no creemos en mesías-, el tiempo suficiente de aquí al 1 de julio, para revisar las propuestas políticas? No creo, muy probablemente, nos tocaremos el corazón para escucharlo y pediremos atinada puntería para cruzar el círculo menos perverso.
Hasta la próxima