Es poco menos que imposible no imaginar la historia como una línea subsecuente de hechos.

Incluso, al mirar nuestro pasado, lo concebimos como una serie de escenas que se siguen unas a otras. La manera narrativa más común, acude a la descripción de acontecimientos que se van tejiendo en una especie de alfombra rectangular que se extiende como desenrollándose y en la que recordamos un inicio y vislumbramos un fin.

Yo me pregunto, en qué momento de la historia del hombre tomamos la decisión de reducir nuestra aparente superioridad de especie, a una serie lógica de procesos en los que se desencadena un efecto, producto de una causa.

Se nos ha enseñado a hacer exámenes de conciencia, colocando una serie de parámetros en los que podamos clasificar nuestros actos, en atención a las consecuencias que han tenido.

La enseñanza moral es, de alguna manera lineal: “lo que siembras, cosechas”, “a toda acción corresponde una reacción”, “tu vida es el resultado de tus actos”, “¿qué futuro estás construyendo?”

Si nos detenemos un instante, si ponemos atención a este tipo de expresiones que resumen una cosmovisión de historia, tanto universal como personal, veremos cómo está siempre presente un esquema predeterminado que va del 1 al 2, al 3… etcétera y donde 2 es consecuencia de 1, y 3 es consecuencia de dos.

Sobre todo, las miradas pragmáticas, no han podido sacudirse este esquema. Los actos fatales de los suicidas son consecuencia de un análisis en donde los resultados aritméticos de la vida personal no han sido favorables.

La melancolía es una fantasía que puede llevar a la autodestrucción, mientras el melancólico se aferra a la tragedia de poder echar marcha atrás en lo que fueron “épocas mejores”, en un “antes” del ahora que ha quedado “atrás”.

El culto a la juventud, materia prima de las actuales mercadotecnias, la “recuperación” de lo ido, son el reflejo de esta concepción lineal de las historias en las que pareciera que no hay otra representación mental que una línea recta.

El propio lenguaje de la ciencia ficción habla de universos “paralelos”, utilizando una expresión geométrica que, ha sido, incluso punto de discusión de escuelas filosóficas ancestrales. La línea la define el diccionario de la RAE, como la sucesión continua de puntos. Y ahí en el punto se acaba la especulación.

Ignoro si esta manera de comprender la realidad ha hecho bien al hombre común. Estoy seguro de que esta digresión ha sido objeto de la preocupación de muchos pensadores, artistas, escritores. Pero el hombre “de a pie”, ese al que pertenecemos la mayoría de los mortales, ha construido su vida desde la perspectiva de una línea recta, y se ha inventado, borradores, expiaciones y consuelos, cuando detecta que en esa línea recta y en esa sucesión de hechos consecuentes ha cometido el error que afecta al paso siguiente.

Los planes y los programas de estudio en las instituciones educativas se escriben en línea recta, en sucesión. El alcance de las etapas sucesivas crea la angustia del estudiante que aspira el certificado; del trabajador que aspira la promoción, del “emprendedor” que busca el “éxito”.

¿Cuántos dogmas imperceptibles se cuelan en nuestra existencia? Como éste de que la vida es una sucesión lineal de acontecimientos. Ciertamente los dogmas no son sinónimo de mentira, pero se cierran a otras verdades. Y occidente, ha impuesto la suya. Es esta en la que vivimos usted y yo.

Probablemente son los artistas capaces de crear universos alternos; probablemente sean los niños o quienes con alma de niño asumen y respetan el juego como realidad aparte y autónoma, quienes de vez en cuando pueden romper el grillete de la sucesión de hechos consecuentes bajo los cuales se juzga la valía en la vida.

No creo que mis ojos lo vean, pero, una mirada no lineal y sucesiva de la vida del hombre común, probablemente abriera la oportunidad a la pérdida de tiempo, a la renuncia del inmediatismo y, por ende, abriría la oportunidad de mirar al otro sin tanta prisa por llegar a la tumba y seríamos un poco más humildes al mirarnos en el gran espejo del universo al que no le interesa linealidad alguna, si lo verdaderamente importante fuera hoy.

Hasta la próxima…