Pues sí, lector querido, después del tramafat que me afectó severamente la semana pasada, se me bajaron “las defensas” y, más tarde, me dio una gripilla melancólica que me hizo flaquear, porque soy de los “locos” que creen en el pensamiento ¿mágico? O sea, que yo soy de los que creen que los sentimientos alimentan a las creencias y si mis pensamientos son de que me voy a enfermar o me va a ir mal, acabaré por creerlo y, seguramente, me irá mal.
Cómo me va a ir bien en tal o cual proyecto, si de antemano siento que lograrlo va a ser muy difícil, imposible. Me estoy enfrentando al reto, vencido desde antes de enfrentarlo. Esta forma de pensar ya es nuestra costumbre, una costumbre dictada ¿por quién?, no tengo la menor idea, aunque sí sé que baila entre nosotros desde hace muchos, muchos años.
Lo curioso del caso es que, cuando alguien logra un éxito o se cura de alguna enfermedad “incurable” simplemente decimos: eso fue un milagro o es que se auto convenció con un “pensamiento mágico”.
Yo me pregunto: Si eso se logra con el auto convencimiento o con un simple “pensamiento mágico”, ¿no valdría la pena que esto formara parte de nuestras creencias, de nuestra cultura? Es sabido que un gran porcentaje de la curación de una persona dependerá de la “confianza, de la fe que tenga en su galeno. ¿Qué es eso? Un pensamiento “mágico”. Una creencia que fue alimentada por un sentimiento positivo en el médico. ¿Qué pasaría si yo tuviese esa misma confianza en mí? Probablemente obtendría una curación milagrosa o lograría un éxito increíble al arribar a una meta imposible de alcanzar para la mayoría de las personas que solo creen en la “lógica” y en una realidad que, por lo visto, tiene sus asegunes, y si tiene sus asegunes, no es “lógica”.
Cuando oigo o cuando veo que alguien, otro ser humano como yo, logró tal “proeza”, me reafirma lo que pienso y creo acerca de los sentimientos y las creencias. El actor o la actriz de dicha hazaña es un ser humano, de carne y hueso como yo. Vaya, no digo que lograr tener confianza sea “enchílame otra”.
Pienso que esto requiere de gran fortaleza mental y emocional, una meta bastante difícil de lograr cuando apenas y podemos sobrevivir en este caos de falta de sentimientos nobles y positivos.
Yo en lo personal me rehúso a dejar de soñar, a negarme el derecho a creer en mí, no estoy dispuesto a creer que he dejado mi cuerpecito serrano como trepadera de mapache nomás porque sí. Estoy aprendiendo, conociendo qué soy, quién soy, para qué y porqué.
PD: Tramafat. Término médico de dudosa definición médica, acuñado por Héctor Suárez. Afamado actor cómico mexica que extraño un montón.