Pobre toro, ¡no se vale! O sea, porque acudía con pujanza al cite, ¿Pablo Hermoso de Mendoza decidió aplicarle más castigo? ¡Qué poca!, esa fue parte de la estrategia del navarro para indultarlo. Es que, en los tiempos decadentes en que vivimos importa más la forma que el fondo, por ello, el rejoneo se ha puesto muy de moda y, además, en esa disciplina, indultar toros también se está volviendo costumbre.
La cuestión es que, con el estrépito de una catedral venida a tierra, ha caído Guadalajara, último bastión mexicano de la decencia taurina. Aunque a veces, si alguien no decide reparar pitones con alambres, Mérida también levanta estandartes. En el ruedo más serio de este país de mis partes nobles, es decir, el de la capital jalisciense, a un cárdeno de don Fernando de la Mora, le han perdonado la vida ante la habilidosa insistencia del rejoneador estellés, que ha hecho el doctorado en Técnicas de aplicación con queso a espectadores tercermundistas, como es el caso del inculto y sensiblero público mexicano.
El que firma este artículo no sabe si “Tapatío”, nombre del toro número 167 y corrido en séptimo turno en la plaza de Nuevo Progreso, salió muy bueno o no. De lo que sí está seguro es de que hay muchos aficionados de primera que no opinan lo mismo que el señor juez Arnulfo Martínez Rodríguez y por ello, han protestado con energía y persistencia el cómo se dan las cosas en nuestra tauromaquia, estoy cierto de que lo del indulto debe ser un camelo del tamaño del mar.
Creo que a los toros muy buenos hay que perdonarles la vida, ¡claro!, que los curen y que les pongan veinte o más señoras vaconas piernudas y de caderas anchas o como deban ser las vacas que a los toros les quitan el hipo. Pero, también creo como dogma de fe, que para saber si un toro es de tan alta calidad hay que verlo con un torero de a pie. Es en la profundidad y el dramatismo del toreo a capa, tercio de varas y muleta, donde se puede valorar la voluntad de embestir que tiene un toro y la duración de esa misma voluntad. Con los matadores de a pie no queda duda de la bravura, estilo, acometividad y fiereza de un buen merengue. Así, no hay titubeos respecto a toros que sólo galopan tras las ancas del caballo sin pretender alcanzarlo.
La polémica se ha puesto al rojo vivo y por ejemplo, los de la peña Mal de montera, han enviado una carta al presidente municipal de Guadalajara en la que manifiestan su indignación y le piden que esté atento a la plaza de toros más seria del país.
Entre otras cosas, exteriorizan que dudan mucho que “Tapatío” haya sido un toro de indulto. También, reclaman el que durante la lidia del séptimo de la tarde, Hermoso de Mendoza haya solicitado música para ponerle más cachondeo al asunto. En Guadalajara, por reglamento, está prohibido que los diestros durante su actuación, pidan a la banda que le reste seriedad al asunto. ¡Qué bueno!, si no, en unos días tendrían a todos los toreros populistas y corrientes pidiendo música, y además, señalando el suelo con el dedo índice, para que la pieza a interpretar sea la emblemática del lugar, exacto los filarmónicos haciendo añicos la serenidad de la tarde la emprenderían con: ¡Ay Jalisco no te rajes!
A su vez, reprueban lo que han llamado “exabruptos teatrales” del rejoneador abrazando el cuello de sus caballos con gratitud excelsa, con lo que ellos consideran, desorientó al público.
Asimismo, están muy inconformes ante la actitud del caballista que se negó a matar al toro, desacatando a la autoridad. Por el contrario, sin ninguna autorización se dedicó a clavar más hierros con objeto de inmortalizarlo. Por eso, nos quejamos al principio de este texto: ¡pobre toro!, como homenaje y para agradecerle al toro sus virtudes, le clavó otra media tonelada de acero. ¿Qué vamos a hacer con la manera como algunos espadas pisotean la dignidad del cornúpeta? Habrá que aprender que el toro es un colaborador al que le debemos todo el respeto y las consideraciones del mundo. Y definitivo, alguien tiene que meter en cintura a los bribones. Pablo Hermoso y El Juli, encabezan el escalafón de triunfadores, ustedes me entienden.