Si alguna señal era necesaria para pensar como un artilugio mitológico local el término morenogalismo tal vez debería comenzar a ser revisada la bitácora de los encuentros que ha sostenido el gobernador Tony Gali.
Los encuentros, muchos de ellos privados pero que nutren un ánimo plural y conciliatorio, marcan una notable distancia respecto de su antecesor.
Al gobernador en turno, como a la candidata al gobierno del estado, Martha Erika Alonso, les hace daño la presencia ominosa del ex gobernador pues resulta una figura tóxica que terminó por sepultar el anhelo de cambio cuando arribó al poder, por la majadería perpetua con la que actuó frente a todo tipo de interlocutores, cuando lo fueron porque otros, de plano fueron perseguidos.
Dos momentos en el presente ponen de relieve esa circunstancia: el Partido Acción Nacional lo premió con una senaduría plurinominal pues presentarse a pedir el voto entre los poblanos resultaba imposible, dado el alto rechazo; el otro, debieron quitarle los apellidos de casada a la candidata para evitar cargara con los negativos del marido, podrido en la escena pública.
Quizá por ello cobre mayor dimensión la reunión en Casa Puebla, que la víspera sostuvo la dirigencia de la combativa Unión Popular de Vendedores Ambulantes 28 de Octubre, con su dirigente, Rubén Sarabia ‘Simitrio’ a la cabeza, quien padeció persecución y encarcelamiento en el régimen anterior.
De los integrantes de la dirigencia que ayer se sentaron a la mesa con el gobernador, la mayoría fueron encarcelados o perseguidos: Rita Amador; Xihuel Sarabia; Tonatiuh Sarabia; y María de la Luz Gálvez.
El contexto de este encuentro no fue fácil, pues sucede a horas de que se confirmó la detención de dos implicados en la ejecución de Meztli Sarabia ocurrido en junio del año pasado y la sospecha de la agrupación de que la Fiscalía General del Estado pretende criminalizar a la víctima.
Abrir Casa Puebla a la dirigencia de una agrupación perseguida, hostigada y encarcelada marca un antes y un después en las relaciones con el poder público y abona a la posibilidad de terminar con la crispación de una entidad a otra, escenario que en el sexenio pasado habría sido improbable pues aquel inquilino de la sede del gobierno posee aún un talante insensible y arrogante.
El gobernador Gali marca además una clara distancia con su forma de ejercer el poder y el que marcó el derrotero de Moreno Valle, aislado, impresentable y vergonzante hasta para sus propios aliados, muchos de los cuales crecieron al amparo de su sombra.
Cuánta razón tiene el refrán aquel: no hay mal que dure cien años.