En medio de una intensa presión política y empresarial para que el priista José Antonio Meade decline por Ricardo Anaya, el panista que pretende disputar la preferencia electoral al puntero Andrés Manuel López Obrador, comienza este miércoles su primera gira en Puebla como candidato presidencial.
Llega tarde a uno de los estados con el mayor número de votantes, luego del Estado de México, Veracruz y Guanajuato. Sus rivales, Anaya Cortés y López Obrador ya hicieron lo propio y en tiempo y espacio, le llevan una buena delantera.
Eso no es lo peor para un candidato que se asume como el aspirante presidencial para darle continuidad a los logros del régimen de Enrique Peña Nieto y el partido que mayor rechazo social reúne en esta contienda política.
La gira por Puebla está plagada de simulación y traidores, según se puede ver en el diseño de agenda del que se dispone. Por ejemplo, dedicará 55 minutos para hablar con directores de medios, como sucedió en diciembre pasado.
En aquella ocasión un operador de oficio rupestre como Eduardo del Río Holguín insistía a cada rato que lo tratado en la mesa tenía condición de confidencial. “Off the record” levantaba una y otra vez la voz, ante la extrañeza de los convidados.
Luego pretendió cancelar entrevistas concertadas previamente como si la potestad del tiempo de los demás fuera de Del Río y no de los anfitriones. Hubo periodistas poblanos que narraron con ironía haber hecho la entrevista más breve de sus carreras profesionales. Vergüenza daba la postura de este miembro de la campaña presidencial.
Nada de lo conversado en esa mesa tenía en realidad mucho de noticioso, salvo el momento en que Meade Kuribreña admitió tener amistad con Rafael Moreno Valle, el impresentable gobernador que también fue tratado con guantes de seda por Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio y el propio candidato, con una salvedad: como funcionario transexenal, fue quien más presupuesto entregó al panista en su condición de titular de Hacienda de Felipe Calderón.
Las simulaciones en la agenda del candidato presidencial están a la vista. La reunión para unos 800 empresarios a quienes se les cobró 400 pesos el cubierto, organizada por un perfil político-priista, al más puro estilo de los tiempos de Carlos Hank: José Chedraui Budib, consentido también del régimen morenovallista, que presumió sin pudor frente a la postura digna de Iván Galindo.
Chedraui Budib, por cierto, fue quien golpeó hace unos días al coordinador de la campaña de Enrique Doger Guerrero, Germán Sierra pues en el evento de arranque de campaña se le asignó a la candidata Zaira González, consentida del político-empresario, un lugar en gayola, gesto que fue condenado.
En otra reunión tendrá una participación en su calidad de empresario de transporte, Salomón, hermano de Leobardo Soto Martínez, el dirigente de la CTM en Puebla que apadrina a Erika Díaz, la dirigente del Consejo Taxista, gremio que recién levantó la mano a Martha Erika Alonso, la panista a quien el priismo tendrá que vencer.
Nada sorprende de los Soto Martínez, beneficiados hasta condiciones indecibles por el régimen del que ahora despotrican.
La agenda de José Antonio Meade en Puebla refleja con mayor claridad una estrategia fallida, llena de simuladores y sin acomodo para voces auténticas de la sociedad, como debe estar ocurriendo en otros estados del país.
Es el resultado de haber nombrado generales en un partido político como el PRI a personajes que en su vida han ganado un voto en la calle, como Enrique Ochoa y Aurelio Nuño. Conjugada la ignorancia, la complacencia y la falta de oficio político suele traer consecuencias irreversibles.