Cuando viví en Monterrey —La Sultana del Norte—, mis vecinos comentaban: Aquí, en verano hace tanto calor que puedes freír un huevo en la banqueta.
Pero hoy, aquí en la angelical Puebla puedes freír los dos sobre el pastito que agoniza alrededor de la pirámide de Cholula.
Hace tanto calor que se necesita ser muy, pero muy valiente para corretear por esos lares, a menos que te estén robando el coche —cosa bastante común por esos históricos lares—.
Vivir estos calores en esta piramidosa región es cosa de machos, porque además es imposible aventurarte a abrir una ventana por las noches porque, se meten los amantes de lo ajeno a tu sacrosanto hogar o te arriesgas a no dormir por el infernal e incontrolado escándalo de los antros.
Alcaldes van y alcaldes vienen a mangonear al sufrido San Andrés Cholula y hasta la fecha, no ha habido uno que controle el insoportable volumen de la ¿música? de los antros.
Da la impresión de que recibieran dádivas o que estuvieran en contubernio con la asociación de especialistas en la sordera o con alguna asociación de siquiatras porque, ese monstruoso ruido, o te deja sordo o te deja loco (o las dos cosas).
Así que, con este clima y con estos cholutecas gobiernos, acabas frito, sordo o loco (o las tres cosas). Me pregunto: ¿Qué los ciudadanos, el pueblo, no merecemos un poco de respeto? ¿Es tan difícil manejar el poder?
Porque si es tan difícil, para que se enredan en él y con él. Si es por el dinero, se me hace un precio demasiado alto el que pagan por tenerlo, porque a la hora de partir, al entregar el equipo, estoy seguro que les da igual si lo entregas con un traje Armani o lo entregas encuerado.
Me imagino que van a sentir los todo poderosos gobernantes si los hacen reencarnar en botargas del doctor Simi, en temporada de calor. Ahí se darían cuenta de lo importante que es el pensar un poco en el otro ser humano que no tuvo la fortuna de volar tan alto. Quizá ese pequeño gesto cambie las cosas.
Así es esto de “la calor”, como decían en el norte.