¿De verdad queremos explicar nuestro infortunio como priismo con la trillada teoría del tsunami electoral? Sería como evadir la responsabilidad de aquellos que nos pusieron de frente al oleaje de un mar picado, mientras ellos navegaban en sólidos buques construidos al amparo de la complicidad y la corrupción.
Cada día que nos instalemos en la reflexión ociosa es un día perdido para poner en acción los engranes de aquello que en un momento nos sostuvo como partido.
La pronta acción mediante el fomento del liderazgo social, la urgente democratización sin simulaciones y conveniencias de las debilitadas estructuras, así como de los procesos electivos y selectivos de dirigencias y candidaturas, parecerían ser mejores paliativos a la catástrofe que vivimos.
La otra vía, la del sobre diagnosticar lo evidente, nos va a llevar a la confusión y parálisis cuando las respuestas a lo ocurrido están al alcance de la mano.
Volver al autoengaño del “vamos a ganar” o del “tenemos unidad” es beber nuevamente gustosos de un veneno que nos recetaron ante los malos ejemplos de gobernantes y la soberbia de dirigentes. Manos a la obra desde la militancia y el liderazgo ideológico real.
Tal parece que no se dimensiona que esto no ha tocado fondo. La serie de condiciones que actualmente se nos presentan distan mucho de ser aquellas que nos permitieron resurgir en el 2012.
No tendremos los asideros de gobiernos estatales, donde ahora solo contamos con 12, quienes a su vez están en condiciones de desventaja ante sus congresos locales.
No tenemos enfrente a un gobierno que, como en su momento lo hizo el PAN, le niegue la entrada a sus filas a priistas desencantados o en necesidad de ocupación. Estamos expuestos a un gobierno que ha compartido el código genético en el ascendente priista y de ese modo por igual están dispuestos a abrir las compuertas para que nuestras bases de cuadros, militantes y líderes corporativos entren a sus anchas. Ojo, si perdemos tiempo esto se va a poner mucho peor.
Y un escenario donde la resistencia al cambio fincada en conveniencia de algunos hace trabas para avanzar, nos puede llevar a la auténtica extinción.
Lo he dicho con toda claridad, nadie está a disgusto con la cortesía y el entendimiento en la política, pero eso no quiere decir que un priismo con dignidad, sostén e ideología no exista.
Ojalá, como sin duda ocurrirá en la instalación de los nuevos gobiernos municipales, estatales y federal, de una vez por todas se quiten la máscara quienes pactaron un futuro personal generoso, a costa de engañar a quienes desde nuestro partido los soportaban como militantes distinguidos o como candidatos.
Nos quedaremos quienes estamos motivados por la convicción y la congruencia.
La lección ha sido dura en lo colectivo y en lo individual para quienes estuvimos en una candidatura y asumo la parte de responsabilidad que corresponde.
Ello no hace más que obligar a no volver a ser callado testigo de decisiones equivocadas, en no volver a aplaudir lo que a luces se debía haber señalado y a no aceptar la linealidad de decisiones disfrazadas en la dogmática institucionalidad, repito, convenientes solo a algunos que ganan cuando el partido pierde.
La ruta es complicada y sin embargo posible. Re fundar un partido que lleva un estoque de muerte es necesario más allá de cambiar el nombre pero conservar los apellidos.
Ante la gravedad de los hechos urge que la convocatoria de la militancia sea el empuje para conseguir que tengamos un instituto político a la altura de la demanda.
Me refiero a tener en la mesa temas reales y crudos como la falta de democracia en los procesos internos, la simulación consentida desde la conveniencia, la traición cínica e impune contra candidatos y partido, las y los acomodaticios viajeros que sin mover un dedo en tierra ahora ocupan cargos de representación y por supuesto, volver a los méritos que justifiquen a plenitud la estancia y mandato de dirigentes y la idoneidad de candidatos.
Re evolucionar al partido, re plantear los postulados ideológicos para estar en sintonía con la circunstancia. Re tomar las causas de la sociedad que soltamos por soberbia e insensibilidad. Re surgir, la consecuencia de los malos actuares está a la vista; buscar el futuro como si se partiera de cero, siempre y cuando ahora el punto de partida sea todo lo contrario a lo que propios y extraños nos avergonzamos de haber repudiado en silencio.