A veces siento que sobrevivimos en un mundo de zombis hechizados por el temor, el temor a perder nuestra posición económica, social o profesional, porque perderla equivaldría a perder todo lo que soy. Entonces, pienso que el mundo que me rodea cree que soy lo que poseo y que los demás son incapaces de ver mi calidad humana.
Es desesperante la búsqueda de una mediana economía, de un “éxito o de un mediano reconocimiento” perecedero.
Desde luego que no soy, ni he sido, el único que ha seguido este camino; lo cual no es consuelo, al contrario, es una triste realidad. Dilapidamos la vida abrazados a un espejismo que, a la vuelta de los años, convierte el tiempo que nos queda en un eterno ¡ah! si hubiera”.
Entonces brillaremos en soledad y más débiles que nunca, porque olvidamos que somos parte de un poderoso mar hecho por millones y millones de gotas, unas más pequeñas que otras, pero siempre unidas para crear un mar poderoso. ¡Ah! Si hubiera comprendido esto en mi juventud. Sé que está en chino saber que hubiese sido de mi pero, sé que lo que ahora comprendo me hace profundamente feliz.
Esto, esta “del nabo” porque, desde que el mundo es mundo luchamos por evitar que nos aplasten; ¿quiénes? Nuestros propios temores, que nacieron y nos infundieron, haciéndonos vivir lo que no somos.