Serpenteando entre acuerdos cupulares, pactos inconfesables y traiciones, el ex gobernador Rafael Moreno Valle asumirá en las próximas horas la coordinación de los panistas en el Senado de la República, desde donde muy previsiblemente, pues esa ha sido su costumbre, buscará convertirse en un aliado útil y sumiso al gobierno de Andrés Manuel López Obrador y entregará al Partido Acción Nacional (PAN), en aras de sus conveniencias y proyecto personales.
Por el acuerdo que hizo con Marko Cortés Mendoza, desde la tarde de este lunes, presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Partido Acción Nacional, y con el respaldo de los gobernadores y ex mandatarios albiazules, el poblano será el jefe de los 24 senadores y senadoras de ese partido, entre quienes en realidad no goza de prestigio, simpatías y mucho menos afecto.
Ese será el primer problema que enfrentará el ex inquilino de Casa Puebla, pues más de uno de sus ahora subordinados, porque en nada es cierto el cuento de que son pares, quedó inconforme con su designación y la defenestración de Damián Zepeda Vidales, por decisión de Cortés, con base en los estatutos panistas.
Además, entre sus deficiencias como político, que las tiene tantas como cualidades, Moreno Valle en realidad nunca ha sido un parlamentario ni lucidor ni eficiente.
La vez que fue diputado federal, por allá de la LIX Legislatura (2003-2006) ni siquiera una vez subió a tribuna y dejó el encargo inconcluso para regresar a Puebla como legislador local, también por el PRI, puesto que también dejó a medias, para emigrar al PAN.
Luego, como senador, la primera vez, tuvo un paso gris, pues su efectividad se vio en los acuerdos oscuros, pero no en sus capacidades públicas.
Muy distinto del propio destituido Zepeda, Gustavo Enrique Madero Muñoz y Josefina Vázquez Mota, quienes tenían más méritos para ser coordinadores.
Por cierto que en su carta de despedida, Damián dejó muy en claro lo que viene para el Grupo Parlamentario del PAN en la Cámara Alta, con la coordinación de Moreno Valle: “el riesgo de claudicar en aras de la defensa de intereses particulares o acuerdos cupulares”.
Eso, en lugar de “la posibilidad de confirmarse como una oposición crítica, seria y congruente en cuanto a ideales políticos y valores éticos, que se conduzca de manera constructiva para apoyar los temas buenos para México, pero con valor y honestidad para oponerse a los intentos de imposición, a las arbitrariedades o a los retrocesos que pretendan revertir el avance democrático del país”.
Rafael Moreno Valle no hay que olvidarlo nunca, es un político gestado en el viejo PRI, hechura de su abuelo el general y médico que llevó en vida el mismo nombre, con una visión en la que la sumisión al poder presidencial es una divisa muy útil, que puede dejar buenos dividendos.
Así lo hizo en sus tiempos de gobernador de Puebla, con el régimen de Enrique Peña Nieto, y lo previsible ahora es que intente repetir la fórmula con López Obrador.
Por lo pronto, con ese perverso encanto que tiene, Rafael ya ha ido ganando la simpatía del coordinador del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en el Senado, Ricardo Monreal Ávila, y el presidente de la Mesa Directiva, Martí Batres Guadarrama.
Busca el poblano a toda costa un acercamiento con el presidente electo. Y el primer punto de la agenda que quiere tratar con él, no hay que dudarlo, es la resolución que ya pronto dará el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), sobre el caso Puebla.