El triunfo apabullante de AMLO marca un antes y un después para la historia política de México. El enorme caudal de votos conseguido por el ahora presidente es un hecho histórico que el mismo proceso electoral hizo visible. Como tal puede descalificarse por sus detractores con el fin de atenuar su significado porque ello implica un ajuste en los equilibrios políticos al interior del sistema político mexicano y de los partidos políticos en particular.
El morenismo, en cierto sentido, es la continuidad del nacionalismo pero con sus matices. Ni es el viejo PRI y mucho menos el nuevo, desplazado hacia la derecha. Socialmente, Morena, no tiene el fundamento de las antiguas centrales obreras y campesinas así como de los sectores populares y empresariales.
La sociedad ha sido despolitizada y desestructurada por el discurso y la práctica del neoliberalismo. El espacio ocupado por las antiguas estructuras no ha sido “llenado” por algo parecido al pasado.
La sociedad ha cambiado, ya no vivimos en la época del blanco y negro, monocromática. Las formas en que opera el poder se ha modificado. Se trata de una sociedad que se ha regenerado a sí misma. Esa regeneración no es ni casual ni ajena a la implantación de una visión del mundo en el que finalmente se interioriza, individual y socialmente, una manera de pensar que ordena la forma de actuar de los individuos y la sociedad misma, pero como poder.
Los instrumentos de que se vale ese poder para cohabitar social y políticamente, aparte del discurso, están en la comunicación y por la revolución en las tecnologías de la información, particularmente el software.
Los asiduos a seguir el discurso del poder, le llaman “posmaterial”; es decir, en donde se privilegia lo inmaterial, lo subjetivo, porque, equivocadamente se cree o se dice, que las necesidades materiales de la sociedad han sido cubiertas, cuando en realidad eso no es cierto.
Los sujetos sociales han sido individualizados por el discurso del poder
Los sujetos sociales, antiguamente concebidos como clases sociales estrictamente asociadas a determinadas estructuras económicas, han sido individualizados por el discurso del poder y por el efecto que ha tenido en ellos la revolución a la que hemos hecho referencia. También ha influido el modelo de economía financiera ligado a las bolsas de valores que, de la mano de una computadora y un teléfono celular (Bauman), decide desde las principales “ciudades mundiales” el flujo de capitales hacia distintos rumbos del planeta.
En ese contexto, el papel del “carisma” asociado a los sistemas político partidistas y electorales ha tomado una dimensión insospechada por el mismo sociólogo alemán y articulador de este concepto (Max Weber). Las prácticas del priismo y el panismo han abandonado a sus “deudos” por la televisión y fueron incapaces de “prender” las redes sociales.
Las redes sociales han mostrado su importancia como mediadores en las luchas sociales del México de nuestros tiempos, lo que es un reflejo de lo que ocurre en lo social.
Ahora bien, las redes no hacen magia ni actúan solas, porque también son parte de los juegos del poder y ahí, en ese contexto, deben ser contempladas. En principio, porque están dominadas por sus creadores cuyas redes alcanzan a llegar al Silicón Valley californiano, pero con la salvedad de que a las mismas se suman los nuevos actores sociales aestructruados socialmente y discursivamente pero que configuran a los nuevos sujetos sociales en México y a cuyos modos se han sumado los antiguos.
Durante casi 40 años, la sociedad ha estado esperando los resultados del modelo de economía de mercado. No ha querido esperar más, ha logrado acumular en el inconsciente colectivo un tipo de saber que le aconsejó un cambio en el camino.
El futuro ya no operó como mecanismo ideológico de espera de la casi nada. En esos años, a la experiencia se ha sumado la revolución de las tecnologías de la comunicación y un cambio de orientación en el mundo, que pudo traducir en un lenguaje de rechazo al discurso hueco pero llenado por Morena.
La economía de mercado no ha significado beneficios materiales para la población
Surgió un movimiento social que se expresó en las redes sociales pero que, a la vez, embonó con su mundo real en donde personajes como AMLO acompañaron su experiencia y les dijeron que el futuro que les ofrecieron era un engaño. Este acoplamiento no ha sido casual. Infelizmente para algunos, la economía de mercado no ha significado beneficios materiales para la población, indicadores sensibles que le permitieran contrastar con la realidad lo que el discurso del libre mercado le ofertaba.
Si el morenismo pudo saltar al poder, esto se debe a los nuevos movimientos sociales que se han apropiado de los modernos instrumentos que sirven como mediadores de los conflictos, sumado a una biografía personal obradorista “terca”, en un contexto de repliegue de algunas élites norteamericanas. Estos escenarios abrieron una coyuntura favorable. Las experiencias de Trump de alguna manera se eslabonaron con las de Obrador (errores como apoyo del gobierno mexicano a los demócratas, a Hillary Clinton) sumado a la megalomanía del “joven maravilla”: Anaya.
Ahora bien, lo que vivimos en el “interregno a la mexicana”, en donde había un presidente electo que casi gobernaba y un presidente en funciones que ostentaba el poder pero que lo ejercía en el vacío, sirvió para analizar las posiciones que los diferentes actores más o menos van a tomar en el futuro que apunta a abandonar el liberalismo. De todo ello, lo que más llama la atención es el nuevo poder disciplinario, el mercado financiero mundial.
Este opera a “bolsazos” directos contra cualquier moneda como el peso mexicano. Y este mecanismo es novedoso porque ha sustituido al modo de operar de la sociedad industrial sustentada en lo que llaman los economistas Inversión Extranjera Directa, antiguamente respaldada por la fuerza del gobierno de origen, generalmente fundada en la amenaza militar de invasión.
Veremos si mandarán los bolsazos o se equilibrarán los desajustes sociales.