A veces me cuestiono si los seres humanos somos conscientes de la cantidad de idioteces que se nos ocurren. Las fronteras de la estupidez delimitan un territorio formidable, pero algunos rebasan esos límites. Es que muchos son impúdicos y se van de largo. No se recatan ni le temen al ridículo ni al esperpento. Supongo que sus ocurrencias no las dirán con seriedad y en privado se han de reír a carcajadas de lo que soltaron al mundo. El caso es que con un afán de justicia social, están convirtiendo al lenguaje en algo monstruoso.

Hemos llegado al punto de que la organización por los derechos de los animales PETA publicó a través de la red social Twitter, una iniciativa para cambiar los refranes que mencionan a animales con el fin de no discriminarlos. Entre algunos de los prototipos que propusieron está, por ejemplo, el romperle los cuernos  -ustedes perdonen, quise decir romperle los pernos- al muy castizo refrán “matar dos pájaros de un tiro”, por un “alimentar dos pájaros con un bollo” -la madre que los parió, aclaro, la de los de PETA, no la madre de los pájaros- y cambiar el clásico y muy taurino “tomar al toro por los cuernos”, por un delicado “tomar las flores por sus espinas”.

Me tiro al suelo de la risa sólo de imaginarme diciendo tamaños despropósitos. Es que ellos aseguran que las palabras importan y que a medida que la justicia social evoluciona, el lenguaje evoluciona con ella. Supongo que por social, entienden a la sociedad de pájaros o la sociedad de toros de lidia.

Me rebelo y no me importa que me consideren incivilizado, conservador,  intolerante, machista sin escrúpulos y antidemócrata, pero no voy a atentar contra la preciosa lengua española que es elemento primordial de mi esencia hispana. Soy mexicano y tengo claro que mi patria se conforma por la lengua, española por cierto; el paisaje -el mío en particular de volcanes, maizales, encinos, nopales, gavilanes y magueyes- y mi tradición mestiza. Así que, al meterse con mis refranes se están metiendo con mi lengua,  por tanto, con mi patria. Y siento doble afectación, porque la tauromaquia ha aportado una gran cantidad de palabras y dichos al habla cotidiana.

Por otra parte, no pienso pisotear el sentido común ni mi forma de ser, por un afán idiota de comportarme de una manera políticamente correcta. Me explico: para mí, una mariconada,  es simplemente una mariconada y la he cometido cuando me faltaron cojones para plantar cara, sin atreverme a hacer algo que implicaba ser valiente. Jamás diría esa palabra con intenciones homofóbicas o de menospreciar a nadie. O sea que no es desprecio, sino un expresión y ya.

En la actualidad, estamos fritos y para comunicarnos tenemos que andar con más tiento que Rafaelillo toreando un cinqueño astifino de Miura. Hay que matizar en todo y expresarlo con eufemismos. Por decir algo, a los de piel muy oscura se les debe llamar gente de color y no negros, cuando a mí, por el tono de mi piel, la gente de campo me llama güero, modismo que viene de huevo huero, o sea infecundo, flagrante violación de mis derechos humanos. Por si faltara, para ser inclusivo, ahora, debo erradicar las terminaciones en a y en o, y poner la letra e, para que todes se sienten incluides y no haye distencién de génere.

Por tanto absurdo, propongo la creación de una comunidad minoritaria -los paladines de las minorías están obligados a apoyarme- la de los Defensores de la Lengua Española. Mientras tanto, adiós a la mexicanísima expresión: “Pa’ los toros de El Jaral, los caballos de allá mesmo”, que hace referencia a la hacienda de El Jaral de Berrio, famosa por sus toros muy bravos y sus caballos finos, y que significa que para un listo, se requiere otro listo. Finalizo proponiendo la siguiente alternativa que no discrimina bovinos ni equinos: pa’ los porros del carnal la mota que cargue él mismo.