El viernes pasado, en la sesión del Congreso del Estado en la que se montó —sabiendo que jamás llegaría— el show para esperar el arribo de Martha Erika Alonso a rendir protesta, la fotógrafa Mireya Novo captó a través de su telefoto, una serie de imágenes del celular del diputado federal Fernando Manzanilla, con las conversaciones que sostuvo con Luis Miguel Barbosa y Gabriel Biestro, en donde se cuestionaba la actitud beligerante de José Juan Espinosa de quien Manzanilla dijo: “Este cuate no va a ayudar en nada, tenemos que contenerlo“.

Estos diálogos se dieron justo después de que JJ se pasó por el arco del triunfo la orden del día, tomando el micrófono para lanzarse en un discurso incendiario en contra de la gobernadora.

Más allá de la falta de las calificaciones en contra del diputado petista, lo que se hizo evidente, es que existe una seria división entre las cabezas de la coalición Juntos Haremos Historia.

Y es que José Juan Espinosa no tiene filtros que limiten sus constantes aceleres. Su proyecto para ser presidente municipal de Puebla capital en el 2022 lo ha llevado a confrontarse de manera sistemática con la presidenta Claudia Rivera, a quien ayer recriminó en la escueta asamblea informativa realizada en la Plaza de la Democracia.

Sin que viniera al caso, José Juan se lanzó contra la presidenta, asumiendo una investidura que no tiene. Si alguien pudiera hacerlo, es Yeidckol Polenvsky, aunque no es en una asamblea pública en donde se hacen esos reclamos entre correligionarios.

Pero el fondo es muy simple, para José Juan, la sucesión ya empezó y su meta es una: la alcaldía capitalina.

Y cómo sabe qué Rivera Vivanco tiene la opción de la reelección, necesita descarrilarla lo antes posible para allanarse el camino.

Así de obvio y evidente.

La amenaza de Manzanilla

En una inexplicable sobre reacción, el legislador federal Fernando Manzanilla no logró contener la furia generada por la publicación de sus conversaciones con Barbosa y Biestro en donde acusó a JJ por ser incontrolable; y dijo que denunciaría al medio y a los autores de lo que él señaló como una acción de espionaje.

Y no se quedó ahí, dijo que ahora que el espionaje es considerado como un delito grave, que iría en contra de Parabólica y los periodistas autores de la nota.

Al respecto, alguien deberá explicarle al legislador, que lo que se penaliza es la intervención ilegal a través de medios tecnológicos.

En el caso de las capturas fotográficas a celulares por parte de Intolerancia Diario hace dos semanas y de Parabólica este viernes no implican ilegalidad alguna.

En ambos casos, las fotografías fueron tomadas en un lugar público como lo es el salón de Plenos del Congreso del Estado.

Si alguien debe conocer los alcances jurídicos de la iniciativa es el propio Manzanilla como autor de la misma, sin embargo, su rabieta lo hizo anunciar su denuncia contra Parabólica y hablar de meterlos a la cárcel.

En su cuenta de twitter dijo en tono amenazante: “Les recuerdo que el código penal federal, Artículo 177, señala: a quien intervenga comunicaciones privadas sin mandato de autoridad judicial competente, se le aplicarán sanciones de seis a doce años de prisión y de trescientos a seiscientos días de multa”.

Evidentemente la intervención de comunicaciones privadas no aplica en este caso. Su ley, como lo dijo el propio Manzanilla en diferentes intervenciones radiofónicas ahora que promovía su iniciativa, está inspirada en los aparatos del estado y de intereses políticos que utilizan tecnologías como los virus Exploits denominados Pegasus y Galileo para grabar e interferir ilegalmente conversaciones telefónicas.

Si con alguien debe estar molesto, es consigo mismo. Su descuido puso al descubierto sus conversaciones y esto sólo tiene un culpable: Fernando Manzanilla Prieto.

El buen periodista es un espía natural, que utiliza todos los elementos legales a su alcance para romper la barrera informativa que interpone el propio político.

La audacia para internarse en los terrenos secretos del político es parte esencial de nuestra profesión. Y una vez dentro, es la ética de cada uno definir qué se publica y qué se destruye. Porque es ahí en donde los temas estrictamente personales, no de interés público, es material que en mi caso termina en  el cesto de la basura.

Y es ahí en donde surge la gran interrogante del periodismo: ¿En dónde termina lo privado y empieza lo público?