El anuncio que realizó Eukid Castañón sobre su separación de la vida política, representa, al menos en los dichos, el retiro del operador político más importante y visible del grupo morenovallista.
Eukid acompañó a Rafael desde hace más de dos décadas. Trabajaron juntos en la Secretaría de Finanzas, justamente en el sexenio de Melquíades Morales. Después continuaron las andadas cuando Moreno Valle llegó al Senado y claro, cuando buscó la gubernatura de Puebla e incluso cuando Martha Erika se postuló al mismo cargo.
Tres son los momentos que marcaron a este oscuro personaje. El primero cuando se reveló el trabajo de plomería que Eukid realizó durante el sexenio de Rafael para espiar y controlar, lo mismo a opositores que a colaboradores y aliados.
El segundo fue cuando al operador morenovallista se le señaló de ser el orquestador de la violencia, incluidos los balazos y el robo de urnas, durante las elecciones del pasado 1 de julio en Puebla. Acciones que a la postre empañaron el triunfo que el TEPJF otorgó a Martha Erika Alonso.
Finalmente, días después de dicha elección, Eukid Castañón presenció el momento más recordado en su vida pública y política. Las imágenes en el hotel MM dónde difícilmente articulaba palabras y se mantenía en pie, hablan por sí mismas. El pretexto de que acababa de ir por un café, nadie lo creyó.
Así pues, la declaración de su retiro puede tener dos posibilidades. Una de ellas es la que literalmente expresó. Afrontar la etapa de duelo que vive tras el accidente en donde fallecieron Rafael Moreno Valle y Martha Érika Alonso; aunado a que ya no existe un proyecto presidencial que construir.
En ese contexto, apartarse de la vida pública para dedicarse a su familia y sus negocios, puede entenderse.
La otra hipótesis tiene que ver con un plan más elaborado. No se pueden ocultar los negativos que Eukid le arrastraría a Jesús Rodríguez Almeida en su intentona por ser el gobernador Interino y desde ahí, orquestar las elecciones para mantener al grupo morenovallista en Casa Puebla durante otro sexenio más.
En ese escenario, no descarté la posibilidad de generar las condiciones legales o encontrar alguna argucia para romper el candado que obliga a los interesados en la gubernatura a ser poblanos de nacimiento o al menos tener 5 años viviendo en Puebla.
Veremos y diremos.