No son muchas las ocasiones en que la realidad supera a la percepción. El imaginario colectivo a menudo se construye a partir de la emoción, más allá del razonamiento. Miedo, esperanza y anhelos suelen contribuir a la construcción de una realidad que habita en nuestra imaginación.

Pero en Puebla en las últimas horas percepción y realidad corrieron en paralelo. Dos factores de una misma circunstancia que no puede ser una buena nueva al arrancar el 2019. Apunta a que el año que nace sea uno de los más violentos, sanguinarios.

Esa sola idea prefigura un escenario que pone en riesgo a la sociedad en su conjunto. Ricos y pobres; blancos y criollos o mestizos; fifís o chairos, todos en el mismo contexto de incertidumbre e inseguridad que deriva de dos elementos tangibles: percepción y realidad

Cuando la mañana de este jueves el país veía en la portada de El Financiero que Puebla por primera vez se ubica en los mismos niveles de inseguridad que los existentes en Chilpancingo, Guerrero y Reynosa, Tamaulipas, una escena inundaba los medios que cuentan la crónica del día en tiempo real en Puebla: tres cuerpos envueltos en plásticos, en el interior de una bodega en donde se almacenaba combustible y autos robados.

La narrativa del momento confunde por el golpe de realidad, que no es muy distinta a lo ocurrido en los siete días: 14 homicidios violentos documentados de sábado a viernes. En promedio significa dos cadáveres cada 24 horas en ese lapso. La numeralia que nos muestra que hay cosas peores que la percepción de inseguridad en nueve de cada diez personas.

En el telón de fondo, dos responsables del combate a la delincuencia claramente superados. En el ámbito estatal, Fernando Rosales Solís, un sobrevaluado funcionario que llegó al cargo más por una filia que por méritos profesionales; en el otro, Lourdes Rosales, la primera secretaria de Seguridad en la capital, que sigue sin dar resultados.      

La cruenta crónica de la semana, la más violenta de que se tenga memoria comenzó el sábado 12 cuando un enfrentamiento entre dos bandas criminales en Acatzingo, un hombre fue acribillado en calles del barrio Las Tres Horas. No hubo detenidos. 

Entre domingo-Lunes un hombre fue ejecutado en la colonia Infonavit del municipio de Atlixco. Un sujeto con ropa negra y gorra, disparó cuatro veces por la espalda contra quien cenaba hamburguesas, luego escapó.

Y en el mismo municipio el jueves fue ejecutado un trabajador de seguridad. No se confirmó el móvil del crimen, pero la Policía Ministerial especuló que se pudo tratar de un ajuste de cuentas relacionado con la venta de estupefacientes.

El mismo martes en una tienda de conveniencia en Tecamachalco fue ejecutado un hombre que fue trasladado a la morgue en calidad de desconocido.

Ese mismo día se confirmó el fallecimiento de un elemento de la División de Gendarmería, quien perdió la vida tras un enfrentamiento en el municipio de Huixcolotla.

“Lo recordaremos por su compromiso y entrega”, escribió la dependencia federal a través de su cuenta de twitter.

Sólo Tepeaca ha registrado en los últimos siete días siete muertos, casi uno al día. Entre ellos un doble feminicidio. 

En el otro extremo, dos jóvenes muertos de puñaladas múltiples. De todos no hay un sólo detenido, lo que además incide en la percepción de impunidad y no es nada alentador. La realidad nos dio en el rostro con el nuevo año marcado además, por una crisis política que parece no tener un final feliz.