Pregunta de aficionada en una red social: ¿quiénes sobran y quiénes faltan? Se refiere a los carteles que anuncian las corridas de aniversario de la Plaza México. Es que el elenco de cierre de la temporada es decepcionante. La primera pregunta es muy fácil de responder, sobran casi todos. Está de más, por ejemplo, Juan Pablo Sánchez al que en el coso más importante y vacío del país, le darán la oportunidad trescientas veintimuchas y que nunca saca nada en claro. Sobra, ¡cómo no!, Diego Silveti y su esmerado toreo descargando la suerte. Superflua es la contratación, ¡claro que sí!, de los hermanos Adame, que tampoco aportan mucho. No deberían y están ahí, muy campantes, Enrique Ponce y Pablo Hermoso de Mendoza, que si se mira bien, en México le han hecho más daño a la fiesta, que a un noruego cenar una torta de chilpotle bañada en salsa de chile verde.

Sobran, desde luego, los ferdinandos. Demasiada suavidad en las tiernas embestidas. Hay ganaderías mucho más interesantes y que deseamos ver los pocos que quedamos. Asumo las consecuencias de este sacrilegio, pero esos vinos ya tienen demasiada agua.

Sin embargo, lo que realmente sobra en el moribundo toreo mexicano son los incompetentes, los caraduras, los estafadores y los vividores que han abusado de la fiesta desde el papel que les tocó representar y que han acabado con ella. A estas alturas, es en vano pedir, proponer, demandar, denunciar podredumbres, culpar a la autoridad, acusar la pasividad de los aficionados, incriminar la rapiña de los apoderados, echar en cara la complicidad de críticos y periodistas. La mediocre fiesta mexicana está como la hemos dejado entre todos.

La segunda pregunta es complicada, ¿quiénes faltan?, ¿a quién se pone en carteles postineros?. No tenemos a nadie en la nómina, porque los empresarios siempre afanados en chupar hasta la última gota de sangre a la fiesta, nunca se preocuparon en invertir a largo plazo, que eso es lo que se hace cuando se apoya la formación de figuras del toreo.

¿Quiénes faltan? No sé, Paco Ureña, Diego Urdiales, Rafael Rubio… admito el malinchismo a ultranza. ¿Qué falta? Pues, verán, la emoción de la verdadera lidia; falta mucho valor para salirle a animales en puntas, ya no cinqueños, con los de cuatro estaría bien. Falta amor a la fiesta y al toro. A los merengues les exigimos nobleza, pero, es paradójico, porque esa es una virtud de la que carecen toreros y ganaderos. Poca bravura, excesiva nobleza, escaso poder y parca la leña en la cabeza, a los toros  los han dejado casi desarmados y aun así, se les castiga como a miuras resabiados.

Falta creatividad, pero la de verdad, no en la publicidad como la campaña televisiva, ¡uy, qué pesados, qué pesados! enviando mensajes escritos por el teléfono, sino cosas serias, de mayor calado. Falta una temporada novilleril larga y con precios muy accesibles, que la entrada sea general; por decir algo, hombres, costo del boleto: cincuenta pesos, niños y mujeres diez pesos, la estrategia fiscal y financiera que la diseñen los especialistas. Es necesario hacer afición. La idea no es del que esto firma, sino del ganadero y empresario don Ángel López Lima, y está probada. En Puebla logró la hazaña de dar novilladas nocturnas con plaza llena, cada quince días los viernes.

Sobre todo, falta mucha seriedad en el espectáculo que se brinda a medias, porque se da con medio toro. Estamos a cuatro corridas de que acabe una de las temporadas de más bajo tono, con todo y el indulto y las orejas cortadas, cuando hubo toreo, no hubo toros y cuando hubo barbudos, no hubo toreo. Qué no me cuenten que debemos asistir para apoyar a la fiesta, han logrado dos cosas: vaciar la plaza y hacer de la corrida un instrumento para torturar aficionados. ¿Los que sobran, los que no están?. Lo que falta es decencia, por ahí se puede empezar.