Fernando Rosales Solís era aún el titular de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSP), cuando decidió atacar toda la estructura que en esa secretaría se formó, durante la administración de Antonio Gali Fayad.

Tenía pocos días de haber ocupado el cargo asignado por la entonces gobernadora Martha Erika Alonso y ya había enloquecido, de entrada, ya había ordenado a sus subordinados ponerse de pie y saludar como si pasara la bandera nacional cada vez que lo vieran.

Una de las primeras indicaciones que recibió era la de continuar con el trabajo que había realizado la secretaría en la lucha contra el robo de hidrocarburos y el combate al crimen organizado.

Pero Rosales Solís tenía otra idea, por alguna razón no estaba de todo contento con quiénes eran sus antecesores en esa secretaría y dio como primera orden, acabar con todo lo que oliera a Tony Gali, desde el 2 de febrero que tomó posesión hasta el día que entregó la dependencia.

Así las cosas, instruyó a su personal cercano a que cualquier funcionario, empleado o policía que hubiese entrado en la administración de Tony Gali, fuera cesado de manera definitiva y se le fincaran investigaciones de lo que se les pudiera ocurrir, la cosa era acabar con todos.

Entonces llamó al personal administrativo y pidió que se revisará hoja por hoja, peso por peso, para que no quedara una sola duda de que alguien hubiese mal gastado dinero, de ser así se le debería de abrir un expediente y dar parte a la Fiscalía General del Estado, la tarea era acabar con todo lo que oliera a Tony Gali y a quién fue el secretario de Seguridad.

Dicho esto, los empleados que ingresaron en esos 2 años fueron materialmente obligados a renunciar mediante presiones laborales, acosos, amenazas y su lugar fue ocupado por personal completamente obediente a Rosales Solís, además de sus familiares amigos y compadres, por cierto, todos sin experiencia.

Lo malo de todo esto que le comento es que ni siquiera los amigos de Rosales Solís lo querían o le tenían algún afecto, y le comentó qué cuándo comenzó a reclutar a su personal llamó a varias gentes de la Fiscalía de Investigación de Secuestros y Delitos de Alto Impacto (FISDAI), donde antes fue director y ninguno aceptó porque no lo soportaban y porque no querían trabajar con él, pues no le tenían confianza.

Tras la salida de Fernando Rosales Solís, ese personal que ingresó con el que ocupó cargos importantes, tanto administrativos como de inteligencia y de otros departamentos, paulatinamente fueron abandonando las oficinas, dejando atrás una esquela de abusos de autoridad de acoso de amenazas y agresiones verbales, todo con la marca de un Rosales que enloqueció cuando lo nombraron secretario de Seguridad.

Pero que no crea Rosales qué con retirarse se olvidan los abusos y excesos que fueron cometidos dentro de la FISDAI en contra de detenidos, del mismo personal, sin dejar de mencionar la corrupción que imperó y qué género en la proliferación de organizaciones dedicadas no sólo a los secuestros, al narcomenudeo y otros delitos de alto Impacto.

Si el gobierno de Puebla decidiera abrir la Caja de Pandora de lo que fue la Fiscalía General del Estado, durante la administración de Víctor Antonio Carranca Bourguet y de lo que fue la FISDAI, tantos y tantos abusos de ambos personajes tendrían como único futuro la cárcel.

Nos vemos cuando nos veamos