¿Qué tendría que suceder para que Luis Miguel Barbosa no sea gobernador?

Seguramente es la pregunta que se hacen los estrategas electorales de Alberto Jiménez Merino y Enrique Cárdenas.

Pero para su mala fortuna, la respuesta no es sencilla de encontrar.

El primer escenario que seguramente viene a su mente, es el de la salud del candidato; sin embargo, quienes lo han visto en estas últimas semanas, aseguran que se le ve mucho mejor, que cómo lucía en la pasada campaña.

Descartando esa posibilidad, viene a escena el descrédito y la decepción, de los alcaldes y legisladores emanados de Morena.

¿Hasta dónde le pueden afectar a Barbosa los pésimos resultados de los presidentes municipales morenistas que hoy detentan el poder municipal y que han mostrado una incapacidad para responder a las expectativas creadas en campaña?

Evidentemente, debe afectar, pero no veo cómo, la liga partidista entre el candidato y los alcaldes pueda revertir una tendencia que supera el dos a uno.

Otro punto que debe atraer la atención de los asesores, es el desgaste de la figura presidencial de los últimos días.

Los abucheos para AMLO en el flamante estadio de los Diablos Rojos, en la frontera norte, en los aeropuertos, sumados al tropiezo generado por su exigencia a España de una disculpa por la conquista, deben traer un costo negativo para la figura presidencial.

Pero para decepción de quienes esperan que la caída sea sustancial, la realidad es que para que esto suceda, se necesita mucho más tiempo que esta semana de tropiezos.

Para ver derrumbada la popularidad de AMLO, tendrá que transcurrir mucho tiempo, mismo que no tienen los contendientes de Barbosa.

Si a lo anterior sumamos que esta elección será la menos concurrida de las últimas elecciones a gobernador, tenemos que será la estructura de los partidos la que nueva el grueso del voto. Sobra decir quién contará con esa estructura para el día de la jornada electoral.

Para rematar el tema, tenemos a dos candidatos opositores que no se caracterizan por ser unos guerreros. Las cartas credenciales de Alberto Jiménez están en su trabajo como funcionario público, en su limpia trayectoria y en su conocimiento del estado; pero no están en una personalidad aguerrida que pueda hacer una campaña con un discurso de verdadero contraste.

Por su parte, Enrique Cárdenas tampoco es ese personaje que confronte. Sí bien es cierto que supo ser un crítico de Moreno Valle, también es un hecho que lo hizo como académico y editorialista financiero, pero de ahí a abanderar una campaña guerrera, francamente no lo veo.

De ahí que la respuesta a la pregunta que dio origen a esta columna, sobre lo que tendría que suceder para que Barbosa no sea gobernador, la respuesta no sea otra que: un verdadero milagro.

Ni más, ni menos.