Nada refleja tanto la condición de una ciudad y su gobierno como la limpieza, o la falta de aseo en espacios públicos. Los gobiernos omisos se distinguen, sus gobernados terminan por exhibir una falta de política pública eficiente en un servicio público tan elemental cómo ello.

Es el domingo y el zócalo de Atlixco hierve de turismo. En un ala del palacio municipal hay bailables autóctonos, jóvenes con vestuarios coloridos que siguen notas y rítmicos de la cultura ancestral.

A las 13:00 en día de plaza y con turistas por todas sus calles y callejones, los botes de basura estaban rebosantes de desperdicios de todo tipo. Una turista sugirió a la vendedora de sorbetes en una esquina del parque reportar los contenedores de basura a la autoridad municipal; la respuesta, un encogido de hombros.

Ausente el presidente municipal, Guillermo Vázquez se mantuvo ajeno a esa conversación entre una visitante atraída por la denominación de ‘Pueblo mágico’, la calidez de su gente y la suciedad evidente.

La falta de determinación de un edil no sólo se expresa en decisiones tan elementales como el servicio de limpia, sino en asuntos de mayor complejidad como el caso de Édgar Moranchel en la gerencia del Sistema Operador de Agua Potable de Atlixco.

Moranchel es el sujeto que decidió grabar una conversación privada y luego difundirla, entre el senador con licencia, Alejandro Armenta, Violeta Lagunes y el propio Moranchel, con fines estratégicos y evidentes. La bomba que estalló en medio de las campañas políticas tiene aún repercusiones insoslayables.

Y no obstante el desaseo de la conducta del funcionario en Atlixco, el edil no lo ha llamado para una explicación, no obstante haber puesto en riesgo al gobierno municipal, al propio edil y la relación ente la gestión municipal con el estado.

El presidente municipal se colocó en un ángulo vulnerable desde que pretendió dejar las riendas de su gobierno para competir por la candidatura panista que carece aún de perfiles adecuados. 

Esa es otra lectura de lo que sucede en materia de inseguridad. No sólo los contenedores de basura rebozan de desechos, sino que qué calles se llenan de cadáveres, ejecutados y ultimados a la luz de una guerra entre narcos locales que no habían asomado de la nariz en un periodo preciso, el del gobierno municipal.