Es que no se necesita mucho, un solo hecho puede librar la tarde y un solo toro puede salvar a todo el toreo. Son cosas que ya no pasan, pero, que de pronto, se dan cuando menos se les espera, ¡aleluya!, el milagro de la bravura se hizo presente y desvió el argumento manseril que se acostumbra.

El toro se arrancó contra la muralla imbatible que era el caballo de pica, metió los pitones bajo el estribo tirando algunas cornadas. Allí, se acordó de su casta y de que había que atacar con bravura, entonces, empujó con toda su fuerza. Romaneando, estuvo a unos centímetros de arrojar al jaco y al jinete de cabeza al callejón. Montura y caballista daban giros en las alturas. La puya intentaba detener los arrestos de la fiera, pero fue inútil. Nuevo embate, furia desatada y picador a tierra, estrepitoso el costalazo. Un embate más al caballo desmontado, en los tendidos, la gente que presenciaba el lance estaba sumida en el delirio al recordar que el toreo es atávico, recio, idealista. El penco rodó en la arena con el bravo encima queriéndoselo comer, empecinado, arrancando el peto sin soltar la presa. Todo el mundo acudió al quite, toreros, monosabios, un charro, ayudas de cuadra, gente por todas partes, el ruedo parecía un mitin de Morena. Gloria eterna a “45 Aniversario” de la ganadería de don Claudio Huerta, la remembranza de los tiempos en que los toros eran temibles, devolvió a la arena la grandeza del toreo.

Que fue en Aguascalientes, que se corría el festejo de la Oreja de Oro, que el cartel estaba confeccionado con los nombres de matadores modestos, porque en los tiempos que corren las cosas se dan al revés, antes, las figuras se peleaban por torear esa corrida, hoy, se esfuerzan por no estar anunciados en ella. Todo eso, estaba de más.

Por una tarde, el toreo estaba salvado. Sobraba la canción apropiada para un vallín de gallos y no para un coso taurino y estaban demás los gritos feriantes. Sobraban también, las cervezas en exceso. “45 Aniversario” era como un velero solitario luchando contra la tormenta de los malos tiempos. Contra el viento huracanado de la ordinariez taurina contemporánea y contra las olas gigantescas rematadas en crestas de espuma de la mansedumbre mediocre. El bajel con tremendo empuje, se afanaba por navegar, por alcanzar lo sublime del puerto. Víboras de cólera corneando el peto y la bizarría del toreo atronando en el cielo.

La lucha de “45 Aniversario” fue conmovedora, nunca sería un toro para vacas porque, en la actualidad absurda, los bravos desprestigían a las ganaderías, se busca la toreabilidad -concepto estúpido, sinónimo de bobería- como si poder con un animal encastado no fuera torear.

Sin embargo, queda claro, todo buen aficionado lo sabe, la consigna es mantenerse a flote; sí, se puede salvar la tauromaquia. Anclados en nuestras creencias, vivos de la enorme emoción que es parte fundamental de nuestro rito, con el velero crujiendo en pos de su destino fatal, vislumbramos la esperanza que pervive y no se debió perder nunca. El ímpetu del toreo estuvo ahí, en la modestia de un tercio de varas en el que “45 Aniversario”, atacó sin pedir ni dar cuartel. Es que un toro imponente, fuerte y fiero, nos da el aval para gritarlo con el pecho abierto: ¡Viva esta afición de gloria!