De las gestiones municipales emanadas del Movimiento Regeneración Nacional la menos reprochable ha sido la de Luis Alberto Arriaga en San Pedro Cholula. Junto con su esposa Leticia Torres se han ocupado de ofrecer una gestión gubernamental y en el DIF con eficiencia y calidez.

Muestras de ello abundan pero en la disputa del poder nada importa. Denigrar es la divisa en tiempos de la Cuarta Transformación.

Por ello ha sido la más reprochada en las últimas semanas hasta el grado del infundio y la calumnia. Una campaña carroñera en la mala prensa los puso en los últimos días en el blanco de su maledicencia.

Cómo ya hemos visto en episodios análogos al caso de San Pedro Cholula, en donde la camarilla de siempre zarandea a quien se le pone enfrente, se ha usado la tragedia humana como instrumento de golpeteo político.

Arriaga se opuso por ejemplo a que se supiera que los gastos del funeral del pequeño Santiago N, muerto por una bala perdida el 4 de mayo en territorio cholulteca, habían corrido por su cuenta, de su bolsillo. Prefirió la discreción y se opuso a la propaganda fácil cuando junto con Leticia Torres acompañaron a la humilde familia en el velorio.

Según se sabe, la Fiscalía General de Puebla está en la última etapa de la indagatoria para esclarecer el homicidio del menor. La teoría de la conspiración quedará en el ridículo, como también ha ocurrido en el pasado.

La embestida no paró ahí, porque decidieron utilizar fotografías de las redes sociales de Leticia Torres para ofrecer una versión distorsionada de la vida del matrimonio Arriaga-Torres.

Colocaron fotografías de ambos o de ella en viajes en periodos vacacionales con fechas tan atrasadas que en una de ellas, una acompañante de la consorte del edil no está más porque una enfermedad mortal le quitó la vida. Esa sola fotografía demuestra la inmundicia de la estrategia de golpeteo innoble: enterada de sus días contados, cumplían el último deseo para despedirse del mar. El último deseo de una mujer difunta es ahora materia de trabajo de las aves de rapiña.

El fin de semana pasado una mujer presumiblemente renunciante o despedida del gobierno de San Pedro apareció con Ana Teresa Aranda, la vocera del candidato del PAN, Enrique Cárdenas para confesar que ante la presión del edil, decidió grabar al presidente y hacerlo público. Tan mal calculado estuvo, que ello podría constituir un delito de espionaje.

Luis Alberto Arriaga paga una factura política costosa por su relación personal con un impresentable José Juan Espinosa, su antecesor que resulta tóxico hasta para quienes están en su entorno. Si algo hay que reprocharle es ese vínculo que ahora resulta dañino y eso debe estar ya en su cálculo para el futuro.