Cada vez son más frecuentes los reportes de discriminación al hablar español en países anglosajones, donde se ha vuelto objetivo de insultos y miradas suspicaces. Queramos o no reconocerlo, nos encontramos en un momento en el que la ultraderecha parece avanzar a pasos, sino agigantados, lo bastante amplios para comenzar a reconfigurar la percepción hacia el otro, con su distinta religión, sus costumbres “extrañas” y su afán por tomar ilegalmente los recursos “bien habidos”.
El año pasado fue popular el caso de un abogado que amenazó al empleado de un restaurante en Nueva York con llamar a migración al escucharlo conversar en español con los clientes: “Es américa… y supongo que no están documentados… pago por su bienestar, pago para que estén aquí, lo menos que pueden hacer es hablar inglés”, exclamó Aaron Schlossberg. Tras la publicación de este incidente y en realidad, unos cuantos más en su lista, no tuvo otra opción que disculparse, pero ya había sido despedido de su empresa y enfrentaba una solicitud de revocación de título.
También, un par de mujeres ciudadanas de Estados Unidos, de origen mexicano, fueron encaradas por un agente que pidió sus identificaciones después de escucharlas hablar en la misma lengua. Se encontraban en una ciudad cercana a Canadá y el oficial argumentó que en ese lugar tal situación era “rara”. Otro caso ocurrió recientemente en Irlanda, cuando un joven mexicano fue insultado por una particularmente eufórica adolescente, quien gritaba “tú no perteneces aquí… regresa a tu país”. Estemos seguros que, lamentablemente, la paranoia del español dará muchas otras amargas experiencias.
A pesar de las críticas que el gobierno de Donald Trump ha suscitado por su reiterado rechazo hacia los migrantes y sus constantes ataques contra México, chivo expiatorio de los vaivenes en la economía y la seguridad estadounidenses, miles de personas asistieron a su arranque de campaña en Florida rumbo las elecciones presidenciales de 2020. Con sus gorras rojas enmarcadas en el “Make America Great Again”, se mostraron tan fervientes como aquellos que lo acompañaron y llevaron al triunfo en 2016.
Paralelamente, Europa ha visto el intempestivo ascenso político de sectores de ultraderecha y xenófobos, que persiguen con especial saña estos grandes desplazamientos. En Francia, poco faltó para que Marine Le Pen, del Frente Nacional, ganara la presidencia, cuando abiertamente reiteró como su prioridad poner fin a la inmigración legal e ilegal. En los puertos de Italia, en 2018, fueron rechazados buques con cientos de migrantes africanos, mientras el ministro de Interior, Matteo Salvini, introdujo sanciones de hasta 50 mil euros para las organizaciones no gubernamentales que apoyen los rescates en el mar Mediterráneo. Apenas hace unos días, se reportó la detención de la capitana y activista Carola Rackete, quien contra las advertencias de autoridades, llevó 53 personas halladas en aguas de Libia al puerto de Lampedusa.
En 2017, Austria se sacudió con la victoria del joven Sebastian Kurz, representante del Partido Popular, quien prometía una estricta política migratoria en defensa de los empleos austriacos. La prensa llamó al canciller “el pequeño Hitler” y diversas manifestaciones tomaron lugar en su contra. Internautas suplicaban de manera irónica que, si Kurz aplicaba a la academia de Bellas Artes de Viena, se le admitiera sin importar lo malos que fueran sus trabajos, en alusión a las fallidas aspiraciones artísticas del Führer, que desencadenaron en su introducción a la política. Finalmente fue destituido ante el escándalo de corrupción en su partido.
México recién cedió ante las amenazas de aranceles proferidas por Trump. Lo que al principio fue considerado un un mito de la prensa estadounidense se tornó realidad: más de 6 mil elementos de la Guardia Nacional fueron enviados a la frontera sur para impedir el ascenso de los grupos centroamericanos. En una de sus conferencias matutinas, López Obrador aceptó que tal vez se registraron “excesos” por parte de los uniformados durante las detenciones de migrantes, pero reiteró que los integrantes de la Guardia tenían la instrucción de respetar sus derechos humanos. ¿Tuvimos opción ante las reiteradas presiones de nuestro vecino del norte? Parece que con estas medidas seremos ahora los persecutores.