Antes estábamos muy bien pero era mentira, hoy estamos muy mal pero es verdad.
Soy uno de los mexicanos que apoyó a José Antonio Meade, aunque nunca se acordó, a juzgar por el reciente proceso de Puebla.
He sido hombre de convicciones no de ambiciones insanas, ni conveniencias vergonzantes.
Soy uno de los primeros mexicanos que felicitó públicamente a Andrés Manuel López Obrador cuando ganó con el voto ciudadano la Presidencia de la República porque creo que si le va bien al presidente le va bien a México.
Fui el primer poblano que felicitó públicamente a Luis Miguel Barbosa cuando las tendencias no me favorecían para gobernador de Puebla, el pasado 2 de junio.
Me alquilo para servir, sin ser servil, pero no me vendo. No levanto manos fácilmente, sin sustento. Siempre he buscado y promovido la forma de ayudar a la gente.
Creo que es muy fácil ser el mejor, cuando tomas lo mejor de los antecesores, cuando revisas la historia, cuando con humildad reconoces lo que se hizo bien, desechas lo malo e implementas lo que mejora el estado de las cosas.
Es muy fácil ser el mejor, cuando no te pones a competir con el antecesor ni con nadie. Cuando das lo mejor de ti para obtener lo mejor de los demás. Cuando tienes la capacidad de reconocer que nadie llegó por tonto ni para hacerse tonto. El campeonato de tonto no se pelea, solito llega.
Hace unos años leí el libro Reducido al reino de los Pingüinos, de Bárbara Gallagher Hateley, publicado en el año 2000. Es una fábula que refiere sobre la compra de una máquina para el reino, venía desarmada en un en un barco, pero antes de llegar al puerto hubo una tormenta que provocó la pérdida del manual.
El rey pingüino convocó a todos los grupos para resolver el problema. Los grupos estaban conformados por aves. Todos estaban ansiosos de ayudar. Cada uno tenía su estilo, capacidad y experiencia.
Los loros dijeron que lo harían en pocos días, pero resultaron ser puro perico. No pudieron hacerlo. Los gavilanes muy presuntuosos se ofrecieron a ayudar y tampoco pudieron. Los cisnes muy exquisitos y elegantes entraron al quite y tampoco lo lograron.
La paloma, mesurada y calculadora, desde el inicio, propuso que se tomara al mejor de cada parvada para hacer un gran equipo y así resolver el problema. Pero el rey no le hizo caso como casi siempre pasa. El jefe siempre tiene la razón. Me canso ganso.
Cuando pasaron todas las parvadas y después de varios fracasos, la paloma siguió insistiendo y finalmente convenció al rey de formar un equipo con los mejores de cada grupo. Y así, lograron armar lo que resultó ser un explorador submarino, que identificó extraordinarios recursos en el mar de las oportunidades.
La conclusión más importante de esta fábula es que no se puede etiquetar a nadie en función de nacionalidad, raza, sexo, religión, creencias políticas, posición social o profesión.
En todos los grupos hay muy buenos, buenos, regulares, malos y muy malos. Y aplica a familias, organizaciones, pueblos, universidades, empresas, partidos políticos, instituciones, profesiones. Nadie está exento.
Por eso señor presidente, no se puede dividir a México entre chairos y fifís, entre el pueblo bueno y el pueblo malo, entre conservadores, liberales y neoliberales. Sus conceptos están muy equivocados y más, porque aunque solo votó por usted el 30 por ciento de la población, asumimos que bajo las reglas actuales es el presidente de todos.
No todos somos corruptos, pero los que son, castíguelos y no ande espantándolos con el petate del muerto. Cada quien sabe sus derechos y responsabilidades. Observe, y no sólo vea; escuche, y no sólo oiga.
La población quiere resultados. A mí me enseñaron que los recursos del gobierno son para atender las necesidades de la gente. Y no se trata de ahorrar, lo que se requiere es aplicar bien los recursos o reorientarlos para ampliar metas. Esto ocurre cuando el diagnóstico y la planeación son correctos. Mucha gente no pide que le den, solo quiere que le digan cómo. Pero la capacitación y asesoría son lo más olvidado por gobiernos electoreros, en todos los partidos.
Señor presidente, ya olvídese de Peña, de Calderón, de Fox. Bien o mal ellos ya tienen un lugar en la historia. No diga que le heredaron problemas, nadie es tan generoso para eso. Haga su propia historia, castigue a los corruptos sean quienes sean, pero también a los voraces como su correligionario de Baja California que se amplió su periodo de gobierno. Eso es no tener jefa.