El gobernador de Puebla busca oficina, literal. La semana pasada su equipo de trabajo tenía una disyuntiva: encontrar un inmueble con las características que el propio futuro mandatario bosquejó en el tuit de la mañana de martes: sobria y austera.

Desde hace tiempo se sabía que Luis Miguel Barbosa tenía una convicción que había abrigado desde la primera y polarizante campaña de 2018 sobre los inmuebles que antes habían servido para que el Ejecutivo estatal despachara los asuntos del Estado.

El primero era Casa Puebla, completamente transformada por el fallecido Rafael Moreno Valle Rosas y el segundo, el edificado complejo que alberga el Centro Integral de Servicios. Nada de eso estaba en el objetivo del hombre sobre quién recaerá la responsabilidad de gobernar en menos de dos semanas más.

Tres probables locaciones son valoradas por el equipo del futuro mandatario a la luz de las nuevas formas de ejercer el poder en Puebla y que van más allá de la retórica de austeridad que en otras latitudes se han expresado con una intención engañosa que nada tiene que ver una conducta sobria y republicana.

No hace mucho una avanzada incursionó en el semi abandonado Edificio de Protocolos para explorar asentar ahí la sede del gobierno: encontraron malos olores en la planta baja, pero un segundo nivel ideal para ese objetivo, con una salvedad: los accesos en el corazón de la capital son complejos.

Otra probabilidad es el edificio de la avenida Reforma en donde el último gobernador en despachar un sexenio completo fue Manuel Bartlett Díaz, entre 1993 y 1999; luego vendría Melquiades Morales que parcialmente ocupó esa casona.

La otra opción es regresar a Casa Aguayo, en donde ya despacharon Melquiades Morales y Mario Marín Torres, cuyas oficinas son más propias para el propósito para el que fueron diseñadas.

De Casa Puebla ya se dijo que ahí funcionará una área gubernamental para la atención de los pueblos originarios, un segmento social frecuentemente olvidado por la narrativa gubernamental y que en cambio, en esta campaña cobró una dimensión más digna.

Pronto sabremos qué destino se le dará a los tres edificios del Centro Integral de Servicios que el arrendador y responsable de edificarlos celebró junto con muchos de los adictos al morenovallismo, y que pocos se atrevieron a cuestionar por el oneroso costo para las finanzas estatales.

Ese conjunto de oficinas podría quedar como un icono del periodo en el que principios como sobriedad y austeridad no existían ni en el diccionario. Nuevos tiempos soplan sin duda.