De acuerdo con la firma Swiss Re, citada por El Universal, el pasado 23 de abril, durante el 2018 las pérdidas mundiales ocasionadas por catástrofes naturales ascendieron a 165 mil millones de dólares de las cuales, el seguro cubrió 85 mil millones de dólares, cifra superior al promedio de los últimos 10 años que fue de 71 mil millones de dólares.

Durante todo el mes de agosto y gran parte de septiembre de este año hemos amanecido con noticias sobre el calentamiento de la tierra, el deshielo de los polos, la contaminación de ríos y la gran invasión de plástico a los mares.

Ya habíamos conocido de los grandes incendios forestales en Siberia, Los Ángeles, la Amazonía y otras partes del mundo, que nos han mandado un mensaje de la gravedad de la alteración ambiental que estamos viviendo.

Los asentamientos humanos provocan un rápido deterioro de los recursos naturales existentes, principalmente por el desconocimiento de la población sobre el manejo de éstos o por prácticas comerciales abusivas que, sin rubor, han aprovechado los recursos sin acciones de recuperación.

Desde que tengo uso de razón, recuerdo que para abastecernos de leña salíamos a buscarla en los alrededores, de igual forma sucedía con el agua que conseguíamos en el río, en arroyos y luego de un pozo. También descubrí que había peces en el río y pescaba para conseguir alimento.

Cuando requeríamos hacer un corral o una construcción, cortábamos árboles para obtener postes, y sus ramas como techado en enramadas. El ganado pastaba libremente sin control. La tierra se preparaba con excesivos movimientos que promovían erosión. La lluvia arrastraba la tierra. Los animales del monte se cazaban para comer. La basura de la casa se tiraba en las barrancas.

Mucho de esto se sigue haciendo o sigue pasando. Nunca tuvimos orientación al respecto, ignorábamos muchas cosas. Pero quizá lo más grave es que tampoco en la escuela se trataron estos problemas. Crecimos ignorando lo fundamental para tener un medio ambiente en equilibrio.

La formación escolar y profesional ha sido, y es actualmente insuficiente para preparar ciudadanos con cultura ambiental, cultura financiera, cultura cívica, cultura alimentaria y nutricional. Y, con la cancelación de la reforma educativa por un capricho sexenal, dudo mucho que esto cambie. Estas seguirán siendo tareas pendientes de la escuela por mucho tiempo.

Se requieren políticas públicas innovadoras más allá de enseñar el ciclo del agua y la importancia de los árboles. Más allá de la germinación del frijolito en un frasco con algodón y agua, sin saber que hacer después.

Necesitamos una política ambiental e hídrica, que recupere y cuide los bosques más allá de maratones sexenales para ver quien planta más o se toma mejores fotos. Hay que recuperar los bosques para recargar de manera natural los acuíferos sobre explotados que amenazan dejarnos sin agua en el corto plazo. Una política de ríos limpios ya no puede esperar.

Es indispensable una política que garantice la coordinación entre dependencias federales como la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), la Comisión Nacional de Zonas Áridas (CONAZA), la Secretaría de Bienestar (SEBIEN), que no se ha tenido, incluso en sexenios anteriores.

Una vez lograda la coordinación entre dependencias federales, la política pública debe considerar una estrecha coordinación con los gobiernos estatales y éstos, a su vez, con los municipios. No ha sido tarea fácil y no lo es ahora, pero es indispensable.

Todo lo anterior necesita de una política nacional, estatal y municipal de planeación que considere por lo menos 3 sexenios. Pensar sólo en un sexenio y en la siguiente elección, es lo que ha sumido a México en el atraso ambiental en el que nos encontramos. 

Hace falta una política educativa que considere el conocimiento de los recursos naturales disponibles, sus potenciales y manejo racional para garantizar la sustentabilidad, y no comprometer el futuro de las nuevas generaciones.

Mientras esto llega, hay que evaluar lo que podemos hacer en lo individual.

Para ello, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) recomienda algunas acciones muy básicas y viables entre las que se encuentran ahorrar agua en lavabos, baños y regaderas; no tirar basura en la calle ni en barrancas; reutilizar las aguas; plantar árboles; cuidar las especies animales; recuperar la pesca; clasificar y reciclar la basura.

Es la hora del planeta, es la hora de cuidar el ambiente, la única casa que tenemos.

* Director Centro de Innovaciones Agroalimentarias y Tecnológicas (CIAT) Puebla