Un día como hoy, pero de hace 50 años, se escuchó por vez primera la voz que despertaría e informaría a Puebla durante las siguientes cinco décadas.

Encender la radio y escuchar la voz de Enrique Montero Ponce, se volvió para la mayoría de los poblanos una necesidad al iniciar el día.

En los 80s y 90s, nada pasaba en Puebla que no fuera repercutido por el micrófono de Don Enrique.

Sin siquiera sospechar que años después se convertiría en mi maestro, lo escuché desde niño camino a la escuela, a través de la radio del auto familiar acompañado de mis papás, quienes eran también fieles escuchas de Esquina y después Tribuna Radiofónica.

La magia de la radio me hizo imaginar que el portador de esa voz gruesa y rasposa era un tipo blanco, alto, calvo y españolado. Así lo imaginé durante años, hasta que mi inquietud por el periodismo me hizo llegar al penthouse del edificio de la 3 sur 107 para pedirle me abriera un espacio en su estación de radio. Fue ahí donde conocí al otro Enrique Montero, al verdadero. Del viejo españolado que imaginé durante 20 años, pasé al señor moreno, bajito, de lentes y parco que para sorpresa mía me pasó al aire a la mañana siguiente.

Fue hace poco más de 25 años cuando inició mi inolvidable experiencia en Tribuna Radiofónica.

Si bien es cierto que Enrique Montero era ya una leyenda dentro del periodismo radiofónico, la realidad es que no es el más didáctico de los maestros.

A Don Enrique se le aprende en el día a día. De él no salen los consejos ni las sugerencias. Hay que observarlo, escucharlo... bebérselo pues.

A Montero se le aprende escuchándolo, haciendo honor a su repetida frase: “hay que escuchar al que sabe”.

Y cómo no hacerlo si es un anecdotario viviente.

Las tertulias nocturnas de los lunes en Vittorios eran también un curso intensivo de política, cultura, deportes y de la vida en general.

Así es como Don Enrique enseñaba y compartía su sapiencia. Hablando y relatando sus vivencias.

Y así como lo disfruté, también lo padecí. No podía ser de otra forma. La fórmula del hombre duro, recio y obstinado, mezclada con el joven rebelde, irónico e irreflexivo era una bomba de tiempo.

Llegó el día de mi salida —despido realmente— de Tribuna y de ahí me llevé grandes recuerdos y una riqueza en conocimientos francamente inmerecida.

Esquina y Tribuna hoy cumplen 50 años y me faltan letras y espacio para expresarle mi reconocimiento y admiración a Don Enrique y a todos quienes han sido parte de esta institución radiofónica.

Quisiera decir: que vengan muchos aniversarios más; pero prefiero desear que el legado de Montero Ponce se perpetúe por otros 50 más. Y que vengan nuevos comunicadores que logren que toda una ciudad dé como cierta una noticia con la simple frase: “Lo dijo Montero”.

Misión cumplida maestro.

Patjane y sus otros números

Al presidente municipal de Tehuacán habrá que regalarle un ábaco o de perdida una calculadora de esas científicas, para que no tenga pretexto y pueda hacer bien sus cuentas. Resulta, extraño, por decir lo menos que un hombre dedicado a los negocios no logre cuadrar los ingresos y los egresos, es decir cuánto recibe y cuánto paga.

El empresario y edil que decidió alquilar un helicóptero para pedirle matrimonio a su Directora de Cultura, tiene dos problemas muy grandes, el primero es que no sabe cómo administrar correctamente el presupuesto y el segundo que se niega a pagar los compromisos con los trabajadores de la comuna.

Es muy cierto aquello de que no hay cartera que alcance pero a Felipe Patjane definitivamente le urge explicar cómo y en qué se gastan los millones que entran al Ayuntamiento de Tehuacán, la segunda ciudad más importante en Puebla.

El Instituto para la Gestión, Administración y Vinculación de los Municipios (Igavim) ha realizado un puntual seguimiento al desempeño del alcalde, o mejor dicho a la falta de resultados e irregularidades en el gobierno de Patjane.

En números redondos, en casi un año – de octubre de 2018 a septiembre de 2019-, el Ayuntamiento de Tehuacán percibió 788 millones de pesos pero se gastó 644 millones de pesos. Con una simple resta podemos saber que “faltan” 144 millones de pesos.

Si se tratará de alguna empresa familiar, de un negocio o de una trasnacional podría ser menos relevante, pero nos estamos refiriendo al erario, al dinero público, a lo que la federación, el estado y los propios habitantes, transfieren.

Perder 144 millones de pesos un año equivale, si lo dividimos entre los 12 meses, a desconocer dónde quedaron 12 millones cada mes, ¿escandaloso no?