El jueves 17 de octubre que el contador público Francisco Romero Serrano acudió a comparecer ante los integrantes de la legislatura, personal que lo asiste entregó en mano de cada uno de quienes integran ese cuerpo colegiado una copia certificada de su renuncia al Colegio de Contadores del Estado de Puebla A.C.

El documento está fechado el 5 de septiembre de 2011 no deja lugar a dudas: “...por así convenir a mis intereses profesionales y éticos, relacionados con el proceder y actuación de algunos deshonrosa de algunos ex presidentes del Colegio...”

Sin embargo, han hecho correr en vano la versión de una inexistente expulsión. 

Esos ex presidentes deshonrosos tienen nombre y apellido y van desde Víctor Manuel Hernández Quintana, quien obligado a mantener distancia del poder en manos del ex gobernador Mario Marín Torres, tenía un asunto reservado en los palcos de los estadios Hermanos Serdán y Cuauhtémoc, frecuentados por el ex mandatario.

Hernández Quintana salió luego de una persecución auspiciada por el adversario del grupo priista aquel: el defenestrado Rafael Moreno Valle, que de incauto no tenía nada. Tomar el control de la Comisión Inspectora y del Órgano de Fiscalización Superior formaba parte de su hoja de ruta transexenal y presidencial.

Llegó a esa responsabilidad David Villanueva Lomelí, el yerno de Melquiades Morales Flores, el otro ex mandatario que impulsó al ex priista en sus distintas etapas de su vida política. Cambiaron nombres, pero no las prácticas corruptas de siempre.

Visto como botín de guerra, desde ese órgano se medró para obtener ganancias difíciles de cuantificar. En una ocasión un edil en problemas para salvar sus cuentas públicas, recibió un mensaje perentorio: 23 millones en efectivo para obtener un borrón y cuenta nueva. Apenas consiguió siete.

Por eso no es extraño observar la guerra sucia desatada en las últimas semanas en contra de quien parece tener mayores posibilidades para obtener la responsabilidad de la Auditoría Superior del Estado.

Romero Serrano quien con la dimisión al Colegio de Contadores AC., hace ocho años dio muestras de congruencia frente a la obsequiosa forma de conducirse de parte de los sucesivos auditores titulares y externos, muchos de los cuales tienen ahora responsabilidades en despachos e instituciones públicas y académicas, ha sido objeto de una pertinaz campaña denigratoria.

Imaginar el universo de sujetos obligados de revisión a partir del dinero público utilizado muchas veces como patrimonio propio explica el convulso periodo de quien ya vio pasar lo peor: la persecución e intento de intimidación en periodos convulsos del pasado, cuando Rafael Moreno Valle pretendió desaparecer a todo aquel que tuvo el arrojo de la insumisión.

El próximo auditor se conocerá antes del 25 de noviembre, el mapa de vida de cada uno de quienes han pasado a la siguiente etapa en el Congreso está en el tablero de las decisiones. Nada se ha olvidado.