La señal de televisión generada desde el Senado de la República que contribuyó al intenso debate sobre la designación de Rosario Piedra Ibarra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos fue generada por el Canal del Congreso.

La imagen en la que se ve al líder del grupo de Morena, Ricardo Monreal Ávila depositar dos papeletas en vivo, y sin cortes, fue un silencioso pero contundente ejemplo de la pluralidad que anima a ese medio del Estado Mexicano.

Acaso esa debe ser la mayor contribución a la memoria de un teórico de los medios que decidió pasar del cubículo a la acción, para fomentar programas desde una perspectiva inteligente y ética.

Así era Virgilio Caballero Pedraza, creador del canal del Poder Legislativo, un convencido de que el trabajo desde los medios públicos era fundamental para llenar el espacio radioeléctrico y televisivo con contenidos que enriquecieran la discusión pública más allá del grupo político que ostentara el poder.

Debieron pasar más de tres décadas y al menos tres sistemas públicos de radio y televisión en el interior del país y un canal de TV de alcance nacional para que el trabajo de Virgilio Caballero fuera reconocido por sus aportaciones a la salud de la comunicación, ajena a los intereses empresariales dominantes convertidos en portavoces oficiosos del interés mezquino.

La Universidad Nacional Autónoma de México decidió producir y transmitir un documental sobre la obra de este periodista fallecido a mediados de este año, y que dedicó su vida a robustecer el equilibrio en materia de comunicación social en un país profundamente desigual

Muchas cosas en materia tecnológica para producir radio y TV, pero no en materia deontológica.  Desde que en Chetumal, Quintana Roo el presidente Miguel de la Madrid Hurtado accionó el switcher en el estudio de televisión de Canal 7 para poner al aire un medio que era fundamental para contribuir a refrendar la noción de un país que abrió sus puertas a los perseguidos de una guerra civil atroz en Guatemala, entre ellos a Rigoberta Menchú Tum, mucho antes de ser Premio Nobel de la Paz, por  ejemplo.

Como ningún otro medio, el Sistema Quintanarroense de Comunicación Social de Caballero Pedraza dio cobertura a través del informativo Frontera Sur a la vida de los refugiados en  el campamento Maya Balam que ACNUR instaló en el territorio para los cientos de centroamericanos.

Con el programa La otra frontera también documentó la perniciosa presencia militar de la Corona Inglesa a unos cuantos kilómetros del territorio nacional, en Belice.

Muchos de quienes formamos parte de ese equipo de trabajo no advertíamos con la suficiente claridad que la vida entre el mar y la selva en ese periodo convulso de guerras y guerrillas, cerca del Caribe Mexicano, era preciso para aportar elementos informativos para una sociedad pequeña que no tenía opciones televisivas para saber la realidad de su entorno. La visión de la televisión nacional era pobre y corta.

Larga vida a ese testarudo generador de medios públicos y de quién muchos que lo tuvimos como tutor, pudimos abrevar.