En la víspera del anuncio de su renuncia a la militancia en el Movimiento Regeneración Nacional, el diputado Héctor Alonso Granados confió al autor de la columna Parabólica.mx tener un problema con su ex correligionario Gabriel Biestro Medinilla.
Lo dijo después de recalcar su origen, que no radica en la entidad poblana como tanta gente más que ha decidido hacer vida en Puebla. Ayer a medio día demostró cuán irreconciliable es el pleito personal: llegó directo a la curul, tocó con rudeza el hombro izquierdo y luego aventó por el piso objetos personales del coordinador de Morena en el edificio de la 5 Poniente.
Por la noche el diputado Alonso Granados envió conjunto de imágenes para justificar su comportamiento con un “ya se pasó el coordinador”, aduciendo que el impedimento para entrar a un grupo protestante por Agua de Puebla era su responsabilidad.
Casi de manera paralela, a través de su cuenta de twitter Biestro se deslindó de que los quejosos encontraran cerradas las puertas del recinto.
El punto sin embargo no es quien cerró o abrió el acceso al palacio legislativo, sino el fracaso de la política en el sentido noble del concepto. En un escenario de polarización, la verdad suele tornarse difícil de identificar.
En medio de la polvareda levantada ayer ante el conato de pleito a golpes, no se puede obviar que Alonso Granados tiene el historial menos favorable: ha utilizado y asumido conductas xenofóbicas, homofóbicas y machistas y violentas.
Todas han sido documentadas a lo largo de tres distintas legislaturas, como priista, luego en Nueva Alianza y ahora, con Morena al que renunció la semana pasada.
Pero no es responsabilidad que espectáculos como el de la víspera se haya convertido en el monopolio de la conversación en redes sociales y la comidilla política.
La responsabilidad de personajes como el descrito haya sido representante popular otra vez, es Elba Esther Gordillo Morales a quien Andrés Manuel López Obrador hubo de pagar una cuota política por servicios de la impresentable ex lideresa magisterial en tiempo de campaña.
Algún tipo de arrepentimiento debería haber entre quienes admitieron a tanto advenedizo en un partido que sufre una permanente sangría moral a partir de los desfiguros de sus nuevos “cuadros”.