La producción de bienes, la obtención de productos o la prestación de servicios, es lo único que garantiza ingresos lícitos para las familias y sus comunidades. Ante la ausencia de éstos, son los apoyos públicos lo que hace esta función, en algunos casos, hasta por el 90 por ciento de los mismos.

Lamentablemente, las políticas públicas han sido muy limitadas o han estado ausentes del fomento productivo, porque hay tanta necesidad social que los presupuestos nunca alcanzan para cubrir todas las necesidades y menos, cuando éstos se orientan principalmente a programas asistenciales.

El fomento productivo requiere del conocimiento básico de las actividades económicas que realizan las comunidades, muchas de las cuales se han hecho por décadas o siglos. Saber qué hace la gente en sus comunidades, qué recursos naturales tiene, qué problemas productivos y ambientales existen y cuáles son sus necesidades, es indispensable.

Este es el ejercicio de planeación más elemental que se requiere. No puede suponerse ni inventarse. Cuando se conoce, es más fácil decidir cómo apoyar. Es la planeación de abajo hacia arriba de la que todos hablan y casi nadie hace.

En Xocoyolo, una de las 164 comunidades de Cuetzalan, Puebla, al hacer una asamblea de planeación con 80 asistentes se encontró que el 90 por ciento  de las personas se dedicaban a producir maíz y el 70 por ciento a producir frijol y maíz. Otros se dedicaban a 10 actividades productivas adicionales.

La diversidad ambiental, social y productiva de México es muy grande. Por eso no deben hacerse programas de carácter general. Municipios como Tehuitzingo, Puebla, en donde hay 28 comunidades; 7 están a la orilla del Rio Atoyac, 7 a la base de cerros, 13 se localizan en el valle y una cuenta con una presa para riego que beneficia a la cabecera y dos comunidades más.

Los recursos públicos destinados a la producción son insuficientes, inoportunos y desarticulados. Predominan los apoyos individuales sobre los de carácter público. El gobierno hace mal lo que los campesinos ya hacen bien, como la dotación de insumos, y no hace, lo que éstos no pueden hacer, como adquirir infraestructura productiva, de acopio, transformación o acceder a mercados.

Atender demanda campesina o imponer programas y apoyos desde los escritorios han sido prácticas muy arraigadas por muchos gobernantes. Privilegiar apoyos materiales sobre apoyos técnicos ha sido un cuento de nunca acabar, que trascenderá hasta la eternidad.

El descuido en la vinculación regional de las instituciones educativas, la ausencia de los problemas de las familias y sectores productivos en los contenidos educativos, la falta de apoyo a la capacitación y la asesoría en los programas de fomento, siguen siendo notorias.

Después de conocer lo que hacen en una comunidad, sus problemas y sus necesidades ya se puede integrar un plan de trabajo que invariablemente siempre empieza por la capacitación y la asesoría, para hacer mejor lo que ya hacen aprovechando al máximo lo que ya tienen.

Llevar apoyos cuando no se sabe lo que necesitan las personas ha sido un grave error. Ignorar lo que la gente requiere porque no hay programas para eso, es aún más grave. Fortalecer lo que ya está funcionando con una evaluación objetiva, sin importar quien lo propuso sería muy conveniente, corregir lo que no ha funcionado es lo más inteligente.

No podrá haber desarrollo de las comunidades si no se forman los líderes que conduzcan y guíen esta gran tarea, principalmente jóvenes con visión que tengan ganas de ser alguien y que sean conscientes de la gran responsabilidad social que tenemos aquellos que pudimos estudiar.

Una Comunidad Agraria Productiva Agroalimentaria, requiere de un gran esfuerzo organizativo en torno a un proyecto identificado desde el interior de la misma. Debe ser una decisión de la gente. La primera necesidad es de acompañamiento técnico, insumos, maquinaria, infraestructura, financiamiento y acceso a mercados que definen el producto. Sólo debe producirse lo que se requiere para consumo local y lo que tiene mercado.

Por lo anterior y para ser consecuentes con lo mencionado, junto con productores de Tehuitzingo, Acatzingo, Los Reyes de Juárez, Quecholac y Tepeaca, en el estado de Puebla y con la participación de un amplio grupo de emprendedores, nos hemos comprometido a desarrollar comunidades agroalimentarias para desarrollar regiones a través de la producción y comercialización de productos agropecuarios en alianza con mercados nacionales y de Norteamérica.

Preparar jóvenes en Israel, Perú, Costa Rica, Canadá, Estados Unidos y Chile, es algo que ya está en proceso.