Existen detalles que pasan inadvertidos a simple vista y que no todos pueden distinguir. No ocurre sino hasta que una emoción detona los sentidos para darnos cuenta de una señal cualquiera, detrás de la cual puede ser hallada la más sutil, o la más temible y perniciosa.

Es lo que ha sucedido con Rocío Limón y Rolando Camargo, padres de Paulina, la jovencita muerta y desaparecida con todo y cuatro meses de embarazo, hace más de cuatro años.

Pude hablar con la madre de Paulina Camargo en el programa Parabólica.mx a propósito del primer aniversario de la imposición de una pena de 18 años al feminicida, un hecho inédito en la historia del derecho penal, pues aún sin haber podido encontrar cuerpo de las víctima y futura mamá —Paulina y el bebé—, se pudo consignar al imputado y sentenciarlo.

También fue entrevistada en el contexto de violencia creciente en contra del género femenino que termina cada vez con mayor frecuencia, con la vida de las mujeres a manos de sus parejas, depredadores sin freno ni atisbo de humanidad.

El caso más reciente y lleno de horror, la muerte de Ingrid Escamilla en la Ciudad de México, ultimada, desollada y luego vuelta a victimizar por la exhibición mediática de sus restos, que ha dado motivo a una repulsa general que se traducirá este fin de semana en una marcha nacional contra la violencia de género y demanda de justicia.

Fue en ese contexto que habló de su animadversión a un objeto inanimado, símbolo de la crueldad sistemática en el México de las últimas décadas: las bolsas de basura negras.

 

 

El detalle atroz que se esconde, paradójicamente, ante la mirada indiferente de la generalidad.

A lo largo de estos cuatro años y los meses que llevamos (buscando el cuerpo de Paulina) hemos conocido a muchas víctimas, hemos tenido el contacto directo, en relación a que yo busco a mi hija y pues... yo lo he visto, la manera en que tiran esos cuerpos de nuestras hijas, de nuestras hermanas, de manera tan aberrante”, dijo la madre de la víctima del feminicidio aquel.

Inclusive hay algo que yo he llegado a sentir: un desprecio por las bolsas negras (...) desprecio las bolsas de basura, porque esas bolsas son atadas a la cabeza, son atadas a las piernas, son atadas a las manos. Siempre hay ese mensaje: te tiro como lo que yo te considero, una basura, ese es el mensaje a nuestra sociedad”.

La señal del machismo patriarcal, carente de empatía reflejado en un objeto inanimado, advertido por una familia marcada por el infortunio y que a fuerza de pelear contra un sistema sin rostro humano, consiguió una pena contra del feminicida de Paulina y orientar a otras familias y mujeres vulnerables frente a otros potenciales asesinos.

La fortaleza para la resiliencia, me dijo la madre de Paulina, viene del amor.

El bien en su bíblica y perpetua lucha contra el mal, existe y es real, todos los días y está en entre todos nosotros. Ya es tiempo de dar la cara contra esos asesinos que esconden sus intenciones detrás de una bolsa negra para basura.