‘No sé qué se dice en estos casos’, dice Bruno a Merlí, su profesor de filosofía y padre, sobre asistir o no al velorio de la abuela de Pol, el típico chico guapo y rebelde de la preparatoria, su mejor amigo, y de quien está secretamente enamorado.
‘No importa lo que digas; importa que estés’, responde, brillante como de costumbre, el entrañable Merlí (protagonista de esta bellísima serie española con el mismo nombre).
Aunque la escena es ficción pura, cierto es que funciona como analogía precisa ante cualquier situación de la vida; o del futbol, que es casi lo mismo.
Al Club Puebla se le ha muerto la abuela; y su Bruno, que si no su mejor amigo ni su furtivo enamorado, sí algo más importante (su director deportivo), un señor de nombre ‘Ángel’ y de apellido ‘Sosa’, ni habla ni está.
Desconozco qué sensaciones cruzaron por su cabeza, la de Sosa, al término del partido ante Pachuca, pero dudo que sean muy distintas a las que ha entregado la Franja, a lo largo de este torneo: un desesperante conformismo de jugadores ‘clave’; primeros tiempos con buena pinta y segundos tiempos para el olvido; falta de claridad y creatividad ofensiva; un reiterado heroísmo del guardameta (propio, claro) y un director técnico con evidente falta de autocrítica.
Y aunado a ello, una descaradísima inoperancia -que apesta más a otra cosa- arbitral en contra.
Sin embargo, después de casi tres años de gestión, con promedio de un director técnico por cada uno de ellos, con cero apariciones en liguilla, con evidentes tropiezos en armados de plantilla, con confusiones entre estabilidad y continuidad a futbolistas tacaños que no les interesa seguir aquí, en esta marabunta de errores y tropiezos, el más recurrente y preocupante sigue siendo la ausencia del supuesto líder deportivo de este proyecto.
‘No importa lo que digas, importa que estés’. Cómo te extraño, Merlí.
Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.