Para reclamar seguridad ante recientes asesinatos de estudiantes, principalmente por los ocurridos en Huejotzingo, Puebla, miles de universitarios salieron a las calles y exigieron a la autoridad gubernamental las garantías mínimas de tranquilidad y convivencia.
Con una gran conciencia social, los jóvenes dieron una muestra de iniciativa para hacer una exigencia civilizada al gobierno sobre la preocupación de 8 de cada 10 poblanos, quienes se sienten inseguros por la ola delictiva.
En descargo de la responsabilidad del Gobierno del Estado, la inseguridad pública no se generó en esta administración. Es un problema que viene desde antes pero se disparó desde el 2011 cuando iniciaron las “acciones que transforman”. Y ya estamos viendo sus resultados.
Antes del 2011 este estado era seguro. Ahí están las estadísticas que lo comprueban, había capacidad y experiencia, los funcionarios conocían el estado y tenían compromiso con los poblanos.
Pero no se trata de seguir echando las culpas a otros. Si los actuales gobernantes no generaron el problema de inseguridad, si manifestaron conocerlo y prometieron resolverlo. Eso es lo que reclamamos los poblanos y de eso seguiremos pendientes.
Pendientes de las mil patrullas anunciadas, de los dos mil policías prometidos, de las facilidades para la denuncia y recursos para la investigación de los delitos, de la agilización de los juicios y los castigos, eliminar la impunidad, pero fundamentalmente de la prevención delictiva.
Los jóvenes universitarios dieron un gran paso que ha puesto el problema en el centro de las preocupaciones del gobierno, como una de las mayores prioridades de la sociedad. Sin seguridad es imposible la sana convivencia, el desarrollo económico y social de los pueblos.
Y, en la misma línea de preocupación, las mujeres se organizaron para manifestarse este domingo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, a través de marchas en las principales ciudades del país, y posteriormente, el 9 de marzo mediante la iniciativa “El nueve ninguna se mueve” (9M), nadie saldrá de casa, se mantendrán de brazos caídos y con ello, provocar la reflexión colectiva sobre la importancia del género para la sociedad.
Reclaman seguridad como una gran preocupación. La inseguridad también afecta a las mujeres. Los feminicidios están a la alza. Ya se habla de 10 casos diarios a nivel nacional. Aunque hay quienes señalan que la cifra es cercana a los 20. Exigen castigo a los delincuentes, penas más severas y que se acabe la impunidad.
Pero, fundamentalmente reclaman la revaloración de la importancia de la mujer en la sociedad. Igualdad de derechos y oportunidades que los hombres. Eliminación de la cultura machista y un mayor respeto para todas.
Recuerdo muy bien que todavía en los años 70 del siglo pasado, en el sur de Puebla, se tenía muy arraigado el concepto de que sólo necesitaban estudiar los hombres porque iban a mantener. No importaba si las mujeres no estudiaban, porque las iban a mantener.
De mi madre además de la vida, tuve la fortuna que me inscribiera en la escuela primaria, que me llevara al internado a terminarla, bordara mis uniformes. Me dio las orientaciones indispensables y las palabras precisas en los momentos más oportunos.
Luego de manera muy inteligente, buscó la forma de que siguiera estudiando la secundaria, al conseguirme un lugar con una familia donde desempeñaría trabajos domésticos. Así aprendí todo lo que se hace en una casa y que en esa época solo correspondía a las niñas. Así valoré y reconocí el trabajo que las amas de casa realizan o las hermanas hacen como obligación para atender a sus hermanos.
Las mujeres necesitan oportunidades para su realización personal y profesional. Requieren condiciones para incursionar en la administración pública, la vida política y empresarial. Se requieren políticas públicas que ayuden a empoderar a la mujer; que permitan el empoderamiento personal y económico.
Hubo una vez un programa denominado Mujeres en Desarrollo Rural que apoyaba actividades productivas propias de su entorno y experiencia. Tuvo mucho éxito. Transformó a muchas mujeres en su forma de vivir. Y en la relación con su cónyuge. “Desde que estoy en el programa, ya no permito que mi marido me pegue”, me comentaron varias. Cada mujer con su monedero, es una vieja aspiración posible con el apoyo del gobierno, más allá de la dádiva.
Gracias a los jóvenes universitarios que nos han dado muestras de movilización social ordenada pero exigente. Mucho éxito a las mujeres en sus movimientos por la revaloración de su importancia en la sociedad. Mayor respeto y apoyo es nuestro compromiso.